El Partido Popular inició su curso político "exiliado" en Cerdedo-Cotobade, donde Rajoy rodeado de un teatro numeroso dejó patente la salida de la crisis, como lo certifican el FMI, la Reserva Federal y todos los mercados bursátiles, cuyo hecho demostrativo es que nuestra deuda se coloca a precios negativos. Feijóo, émulo de Cicerón, lanzó una dura catilinaria a los políticos "que quieren dividir a sus ciudadanos" y Rueda, su escudero, hizo hincapié en el propósito pepero de recuperar las principales alcaldías en poder de las Mareas podemitas, apoyadas por el PSdeG. Se quiere poner fin al panfilismo de las ocurrencias y entregarse con afán a reconquistar adhesiones. El PSdeG, en vísperas de sus elecciones primarias, resiste todavía la penitencia de hacer coro al populismo imperante. El alcalde de Vigo, Abel Caballero, por su caudal de votantes y autoestima se ha constituido en el "ser superior" del socialismo gallego y ha renunciado a optar a la secretaría regional partidaria. Refractario a los "gobiernos del cambio", cuyo apoyo socialista ha hecho aumentar el cinturón adusto de la izquierda radical habituada a la falta de veracidad, porque el sueño de la Ilustración les irrita. Abel Caballero, titular de la Federación de Municipios, no entiende la plurinacionalidad pedrista que convertiría a la capital de España en ciudad-estado o nación. Las primarias gallegas, candentes tras aparecer en el Facebook oficial del PSdeG la inclinación de la gestora por el candidato Díaz Villoslada, ha dejado a los otros aspirantes, Leiceaga y Gonzalo Caballero, como una especie de buleros, esos vendedores de biblias en las que se vaticina el Diluvio devastador que arrastraría a sus adversarios. En las primarias socialistas, como en las comedias, lo difícil es adivinar el final.

Otrosí digo

"Remunicipalizar" es un verbo que parece indicar vagancia de iniciativas cuando se anuncia rescatar actividades que ya se ejercen. Tal sucede con las bibliotecas municipales, cuya solicitud ha venido funcionando satisfactoriamente. A veces, se advierte que las propuestas mareantes no concuerdan con los patrones culturales de La Coruña. Toda la obsesión del cambio, es la imposición del idioma único y pretender envolvernos en una especie de alegría pecuaria.