Leo que este domingo una marea rosa -la carrera popular de las mujeres- va a inundar buena parte de la ciudad, no sólo durante la competición a lo largo de los 6.500 metros del recorrido fijado, sino que además las atractivas camisetas rosadas van a tener presencia ciudadana porque se lucirán más días. Seguro. Todo sea por esa doble causa tan encomiable: la lucha contra el cáncer de mama, y también el loable fin de hacer deporte practicando el running, tan de moda ahora. Pero no es cosa sencilla, porque organizar una carrera así exige una infraestructura notable. Hará poco me fijé desde la planta superior del complejo deportivo de San Diego que dos personas abajo, con unos chalecos llamativos, inscribían y repartían los dorsales, que aparte del número me aseguran llevan un chip para control, a quienes iban a participar en la carrera popular del Ventorrillo. Lo contemplaba con envidia, porque mis by pass y mi nivel de pulsaciones no me permiten correr, y he de conformarme con caminar a diario una hora, el menos media, -aparte del gimnasio es el deporte a mi manera- en una ruta ciudadana que está al alcance de cualquiera que aún pueda caminar.