Ya voy haciendo cálculos para precisar, más o menos, cuando dispondré de un automóvil eléctrico. Posiblemente por el otoño del 2019 si Dios quiere. Por esas fechas habré amortizado suficientemente el vehículo actual, con motor tradicional, comprado en 2015, y ya habrá suficiente oferta de coches propulsados por electricidad mejorando la autonomía de dichos vehículos con baterías menos pesadas y de mayor capacidad. Sin llegar a la cantidad de postes que ya hay en Japón, es de imaginar que también aquí dispondremos de suficientes puntos de enchufe, y con mejores adaptadores que reduzcan el tiempo de recarga. Eso espero. Recuerdo cuando en Toledo capital, donde viví años juveniles, sólo había dos surtidores de gasolina, el de la plaza de Zocodover y el que las afueras del casco urbano, pasada la puerta de Bisagra. A veces había que hacer cola, pero siempre podías repostar. La cuestión ahora es si habrá suficiente generación de energía eléctrica para la satisfacer toda la demanda que se avecina y si las petroleras no harán manejos, por ejemplo abaratando el precio del petróleo, para retener aún más tiempo el alto consumo de combustibles obtenidos de los hidrocarburos. El tiempo corre a nuestro favor, y lo que antes de cifrada en décadas ahora ya está ahí.