El socialismo gallego está en plena berrea, que tratará de calmar el nuevo secretario general Gonzalo Caballero, profesor universitario, sobrino del "ser superior" del PSG y alcalde de Vigo. La etapa que se abre para el socialismo regional queda al albur de la veleidosa disciplina del líder nacional, Pedro Sánchez. El PSG, dividido, falto de credibilidad, carece de discurso. Necesita una catarsis, tarea que asume Gonzalo Caballero cuando promete entregarse exclusivamente a la reorganización partidaria. La víspera de las primarias pulsaron lánguidamente sus violines dos antiguas glorias socialistas: Paco Vázquez y Pepe Bono. Uno y otro siguen vidas parecidas. Paco, tertuliano, semeja responder por escrito a determinados requerimientos periodísticos. Pepe Bono escribe diarios íntimos. Uno, tras haber pontificado en el Congreso y haber sido maestro de "sotanazos" en Toledo; el otro, máster en besar anillos prelaticios romanos. Remedando a Antonio Lucas en sus "mítines-bonsái gastronómicos callan sin parar de hablar". No se acostumbran al anonimato y procuran no perder los restos de su capital político. A la historia de nuestra picaresca deberíamos añadir páginas de la actual democracia, en las que podrían figurar conocidos personajes que se apañaron la vida con astucia y otras triquiñuelas del ingenio ibérico. En este ramo, llegamos a la ficción de "ciudades rebeldes" en las que forman nuestros mareantes, cuyo trío coruñés parece dirigir Xulio Ferreiro. De su posición, proclive a la de quienes no han respetado los cauces constitucionales en Cataluña, se ha descartado el líder de En Marea, Luís Villares, "que no tiene ningún interés en el derecho a decidir de Galicia". La izquierda, como hemos visto, no destaca cuando incumple sus promesas; su fracaso se pone de manifiesto cuando alcanza el poder.

Otrosí digo

Los Capuchinos celebran estos días el centenario de su llegada a La Coruña. No había pasado un cuarto de siglo cuando su iglesia, con la de los Redentoristas y la de Santa María de Oza, fue pasto de las llamas, datos no recogidos por la memoria selectiva. El poeta polaco premio Nobel de Literatura Milosz, que conocía la reescritura de la historia de su país -escribe César Antonio Molina- a través del relato estalinista-soviético, "criticaba la sacralización de la memoria colectiva porque distorsionaba la realidad".