"El nacionalismo es la extraña creencia de que un país es mejor que otro porque tú has nacido ahí".

George Bernard Shaw

Como a estas alturas ya no me llaman progre y, frecuentemente, sí me doctoran por lo contrario, me soltaré las canas que quedan para recordar reflexiones aprendidas de joven y sin usar durante mucho tiempo, para ser políticamente correcto. Ya decía Baroja lo poco bonito que es sustituir, con un problema casero, los grandes problemas que padecemos, él solo veía en el nacionalismo la vanidad, la antipatía y el interés. Conste que esto solo me viene al magín por culpa del Brexit y los problemas de la primera ministra Theresa May para pagar la factura de ser distintos. No vayan a creer que me consuelo por ser maketo, un señor moreno y bajo, lujurioso e irreligioso, según Sabino Arana; tampoco estaba tan descaminado el prócer vasco.

Siempre me pareció Josep Pla un tipo pragmático y modernizador, que contaba magníficamente lo que veía, aunque ahora sus paisanos no lleven flores a su tumba; seguramente será porque su fino humor sigue siendo molesto, como cuando dijo: " El nacionalisme es com un pet, no més li agrada a qui se´l tira" ("El nacionalismo es como un pedo, solo le gusta al que se lo tira").

La heterodoxia es una sana costumbre que conviene cultivar, suele ser una prueba del algodón para saber si vas bien orientado viendo llegar los golpes; al bueno de George Orwell le cayeron de todos los lados y seguimos leyendo 1984 o recordándole cuando señalaba: "El nacionalismo es hambre atemperada por el autoengaño (...) no solo desaprueba las atrocidades cometidas por su propio lado, sino que tiene una extraordinaria capacidad para ni siquiera oír hablar de ellas". Tampoco suele salir indemne Aldoux Huxley por haber difundido la idea de que tanto el capitalismo como el nacionalismo son fruto de la obsesión por el poder, el éxito y la posición social.

Seguramente todos ellos hayan sufrido las influencias nocivas de Nietzsche cuando sostenía que "la ciencia y el nacionalismo son cosas que se contradicen, aunque los monederos falsos de la política nieguen ocasionalmente ese saber".

Mas permítanme acabar el folio haciendo patria, es un decir, recordando y recomendando las crónicas de Julio Camba, gran figura del humor inglés que, desde Berlín, París, Londres, Nueva York, Roma, Lisboa, Estambul, y sin saber idiomas, todo lo percibía con una ironía perpleja. Hoy puede venir a cuento refrescar cómo cuenta la intervención de Ortega en las Cortes afirmando que los conceptos de autonomía y federalismo no eran análogos, sino opuestos. Para Camba no era lo mismo ensamblar las piezas de un puzle que coger un cuadro y hacerlo añicos, al objeto de crear un puzle.

No sé yo en qué estaría pensando Camba cuando sostenía que todos tenían una verdadera risa de conejo, sin conocer a Rajoy ni a Junqueras. Yo, en ocasiones, me la veo en el espejo.