Yo, que nací en los 70, llegué a la conciencia de la infancia escuchando desde mi ventana a los coches con megáfono que repetían "¡VOTA! " en las primeras elecciones; sentada con mis padres ante los debates de La Clave; y, en definitiva, con todo un elenco de españoles que buscaban soluciones para encontrarse en el lugar al que todos pertenecían: su país, su democracia, su libertad.

Y, en una rareza histórica, hace 40 años se parió un sistema que pudo ser abrazado por la inmensa mayoría y que hizo que, también en carne mortal, enemigos históricos se abrazasen por todos nosotros.

Nada es perfecto y la Transición y Constitución del 78 tampoco, pero se estudian en el mundo entero como ejemplo asombroso de cómo un país profundamente herido puede alcanzar las más altas cotas de civilización y entenderse para avanzar.

Hoy en día sólo hay 19 Democracias plenas en el mundo. España es una de ellas.

Es imperfecta, es cierto. Necesita mejoras y abrir puertas que se cerraron en su día, compromisos de entonces que hoy deben ser superados. Pero es un buen sistema, heredero de milenios de sofisticación jurídica en que la historia ha servido de laboratorio de ensayo-error, probando en pueblos y gentes casi todas las teorías posibles.

También es un sistema delicado y vulnerable.

Decía Jean-François Revel que la democracia no está hecha para defenderse: "es un régimen paradójico que ofrece a quienes quieren abolirla la posibilidad de prepararse en la legalidad" y en la que existe una frontera indecisa "entre el oponente leal, que usa una facultad prevista por las instituciones, y el adversario que las viola. El Totalitarismo confunde al primero con el segundo, mientras que la Democracia confunde al segundo con el primero."

Hablaba también Revel de la desmesura en la crítica a la Democracia como fórmula de propaganda para su destrucción, a la vez que se genera un "ideal inalcanzable" que garantiza un veredicto de culpabilidad: "Enseñar todos los días a una civilización que sólo será digna de ser defendida a condición de convertirse en la encarnación de una justicia perfecta es invitarla a dejarse morir (?) ¿de dónde sacarán los ciudadanos motivos de resistencia, si se les ha convencido desde la infancia que su civilización no es más que una colección de fracasos y una impostura monstruosa?".

Cada día veo nuestra realidad reflejada en estas reflexiones. El intento de secesión en Cataluña no es sino otro síntoma de esta enfermedad que está hoy por todas partes.

La Democracia y nuestro Estado de Derecho son nuestra única barrera de protección frente a un mundo terrible y una excepción en una historia de la Humanidad en la que lo normal es el Horror.

No hay Democracia sin Estado de Derecho. Y ambos no dejan de ser ideas, sólo tan fuertes como nuestra convicción en ellas.

Fortaleza pues. Y convicción. En todo lo bueno que hemos conseguido y en defensa de Ley, Razón, Igualdad y Libertad.

Que estemos a la altura del desafío histórico que nos ha tocado vivir, al igual que, en su día, lo estuvieron nuestros padres.