No estuvo acertado el alcalde coruñés en su estrategia para la reunión con el director general de Puertos del Estado sobre la fachada marítima y los terrenos del litoral urbano. No han sido rasgos de un buen anfitrión dar a conocer, públicamente, su indiscutible planteamiento antes del cónclave y, mucho menos, organizar una fanfarria a las puertas del Palacio Municipal. Si uno de los principios sociales de las negociaciones diplomáticas consiste en sacar a tiempo el dedo del ojo ajeno, la cortesía y la buena crianza, más importantes, consisten en no meterlo. El resultado de este encuentro ha sido desabrido y ha tiznado los objetivos de nuestro alcalde, tal vez, de forma irreversible. Su pretensión debiera haber tenido como base previa el ya existente Plan Busquets, haber tratado el asunto con el relevante urbanista y conciliar, si era posible, cualquier divergencia, como es exigible cuando la realidad difiere y la realidad, insistimos, ha de ser el eje de toda acción política. Cargar culpas sobre la Autoridad Portuaria o censurar la composición de su Consejo de Administración supone no respetar su carácter institucional. Sabida es la especial querencia de los concejales a figurar entre sus bien retribuidos consejeros y es posible que, en la copiosa nómina, no se contemplan la idoneidad o talento y menos si han sido contratados. Podría hablarse de un pintoresco "banco" de cazones, fieles a las citas de las grandes mareas, cuya agenda está supeditada a los remunerados cónclaves portuarios. El Gobierno local ha perdido la pértiga en los trompicones de las apresuradas "ciudades rebeldes", sin advertir que el ciudadano no se cree la historia de sus dispares versiones, escritas por "historiadores" asalariados. Después de lo acontecido en estas negociaciones, Ayuntamiento-Puertos, nos asalta la duda de la fortaleza cívica de los actos municipales.

Otrosí digo

Don Julio Sacristán ha hecho mutis tras 33 años en la Alcaldía de Culleredo, municipio vecino, que debiera, con otros limítrofes, haberse incorporado a La Coruña. Culleredo ha crecido populosamente, aunque su urbanismo no constituya un ejemplo a imitar. A la hora del balance, algunos confrontan las declaraciones de bienes, primera y última de los políticos. A nosotros, nos gusta comparar las fotos de toma de posesión y la de la despedida.