Me preocupa la dialéctica en la que sigue inmersa este país. Hay quien habla de unionistas, de secesionistas, de constitucionalistas... En todo caso, parece que hoy se respira un poco menos de tensión que hace unas pocas jornadas, y eso siempre es bueno. Pero todo el mundo tiene que entender que, en el fondo, quien aspire a que su idea sea ganadora, no podrá hacerlo por la mitad más uno. Cuando un problema real existe, solo las soluciones inclusivas, ilusionantes, construidas en torno a un razonable consenso y con visión y expectativa de futuro, tienen viso de poder ser precisamente eso: soluciones y no nuevos problemas o un aplazamiento o enquistamiento de los mismos. Urge amplitud de miras, mucho más allá del momento presente.

Ojalá, pues, que llueva concordia en el campo, dicho a la manera de aquel cantante llamado Juan Luis Guerra. Ojalá que, superada la fase dura del enfrentamiento más metálico, haya elementos suficientes para hablar, hablar y hablar. Primero lo hará, lógicamente, el pueblo catalán. Y lo hará en unas elecciones que marcarán mucho lo que venga después. Ojalá, repito, haya espacios para la concordia. Para el entendimiento, tenga el resultado que tenga. Y es que deseo que, por encima de todo, se pueda reflejar en todo lo que se haga aquello de "ser demócrata". Es urgente e importante.

Y es que esgrimir solo la ley y la legalidad establecida es pobre si es el único argumento para sofocar todo lo que de ella se aparte, por mucha razón que se tenga al amparo de tal ley. Y saltarse todo a la torera, y hacer lo que a uno le vaya bien por encima de reglamentos y cualquier lógica, dice también poco del que lo practica. Ahora que, de una forma u otra, parece que todo es más estable, surge la oportunidad. Será la sociedad, de una forma u otra, la que ponga los mimbres de los futuros inmediato y a más largo plazo. Es fundamental que lo haga.

Pero bueno, casi me pongo a hablar -yo también- del artículo 155, cuando hoy vengo a contarles otra cosa. A impulsar, por ejemplo, el debate sobre otro artículo constitucional: el 53. Y es que ya que la Constitución se ha convertido en la reina de todos nuestros salones y tertulias, quizá podamos usar tal tirón para seguir poniendo de moda otros de sus pasajes. Sobre todo esos que, por utópicos, a veces hemos dado casi un poco por perdidos.

Eso mismo, mentar el 53, habían hecho ya hace un tiempito, a escasas semanas de las últimas generales, Chema Vera, Esteban Beltrán y Mario Rodríguez, directores generales de Oxfam Intermón, Amnistía Internacional y Greenpeace. Y lo hicieron precisamente pidiendo la revisión y un mayor blindaje de muchos de los derechos allí contenidos de palabra, pero que no tienen un mayor desarrollo en muchos de los casos de personas en situación de vulnerabilidad. A partir de ahí, de planteárselo a los principales partidos políticos, y de unas conclusiones un tanto agridulces sobre la sensibilidad de tales estamentos sobre esa agenda social, tales organizaciones establecieron toda una agenda para trasladar a la opinión pública la necesidad de que algunos de los derechos fundamentales de la Carta Magna sean considerados verdaderamente "de primera". Una labor que hoy sigue siendo importante y pertinente, vigente e imprescindible.

Porque al igual que otros lobbies buscan influir para arrimar el ascua a su sardina, lo social no se puede quedar huérfano de nuestros desvelos. Y el 53, sin duda, glosa mucho de lo deseable en un país verdaderamente más equitativo, sólido y duradero. Pero lo hace a dos velocidades, sin que algunos de tales derechos tengan las mismas garantías.

Bueno, pues ya ven... Desgranando la Carta Magna, ahora que la legalidad en ella contenida ha pasado de las estanterías y los foros especializados a la primera plana de todos los diarios... ¡Sigamos en esa línea, hablando de lo que nos interesa, porque toca!