De un tiempo a esta parte se habla mucho de las injerencias de los hackers rusos. Primero con la sorpresiva elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, cuando Hilary Clinton ya tenía encargadas las cortinas del Despacho Oval, y últimamente sobre su intervención en el proceso independentista catalán.

A principios de esta semana compartí tertulia radiofónica con un exlíder de Podemos que sostuvo la inexistencia de ciberataques políticos organizados. Una persona mejor que yo podría pensar que el argumento es de una candidez casi conmovedora.

En el mismo momento en que las primeras tribus humanas se asentaron en cuevas y organizaron partidas de caza para matar osos, los de la cueva de al lado quisieron saber qué tramaban, influir en sus decisiones y obtener ventajas para su propio clan. Los ejemplos son incontables.

En 1898 Estados Unidos reclamaba para sí las colonias españolas de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. En medio de esa tensión diplomática el Acorazado Maine entró sin permiso en Cuba. Pese a un frío recibimiento oficial, durante la noche se ofreció una cena a sus mandos y, durante la gala, el Maine explotó. Inmediatamente el magnate de prensa William Randolph Hearst movilizó a sus periódicos afirmando que España había hundido el barco. Así se inició la guerra Hispano-Estadounidense que acabó rápidamente pasando las colonias españolas a serlo de los Estados Unidos. En 1975 el Almirante Hyman G.Rickover tras realizar una exhaustiva investigación corroboró lo que España siempre había afirmado, que el Maine se hundió por causas internas.

A principios del S.XX Gueorgui Plejánov describió el Agitprop como forma de propaganda marxista para agitar a las masas usando la oratoria, el arte y la literatura para manipular en aras a fines "más elevados". El alcance internacional del Agitprop embarcó a buena parte del planeta en un viaje de dictaduras comunistas que costaron millones de vidas.

Pocos años después Joseph Goebbels utilizó la radio y el cine como medios para la expansión del ideario nazi fuera de las fronteras alemanas. Consiguieron un importante apoyo popular. Incluso en Gran Bretaña y Estados Unidos las ideas Nacional-Socialistas contaban con enorme influencia y generaron problemas internos a sus respectivos gobiernos.

En la II Guerra Mundial, Japón organizó un grupo de locutoras de radio anglo parlantes, conocidas como Rosa de Tokyo, que emitían para el enemigo música americana trufada de comentarios desmoralizadores sobre barcos hundidos, hombres muertos o el destino de sus huérfanos, a modo de guerra psicológica.

Nadie puede pensar que las nuevas formas de comunicación son ajenas a este tipo de mecánicas. Claro que hay hackers rusos. Por supuesto que interesa desestabilizar a la Unión Europea. Es evidente que un presidente inexperto, voluble y populista hace a su país más vulnerable.

Somos humanos. Queremos favorecer a nuestro clan y adelantarnos a los demás en la caza del oso. Los impulsos básicos que nos mueven son prácticamente inmutables. ¿Qué hace hoy un hombre moderno, con la mejor educación y conocimientos tecnológicos cuando está sentado al mando de un caza estadounidense de última generación? Dibuja, como pasó hace unos días, un falo gigante en el cielo. El mismo falo que se encuentra en cuevas del paleolítico, en ánforas griegas, en graffitis en las ruinas de Pompeya, en grabados de la Ilustración y en la pizarra del colegio de nuestros niños. La naturaleza humana no cambia. Lo único que cambia son las herramientas.