Se habrán dado cuenta de que los lapsus de memoria de M. Rajoy son más trágicos que los causados por Caronte al transportar almas desde la orilla de la vida a la de la muerte. Tan pronto recuerda alineaciones futboleras, cual estudioso de los detalles del balompié, como ignora las leyes del país que gobierna; tan pronto recita el color de las camisetas de sus admirados ciclistas, como se persona testigo amnésico en sede judicial.

Quizá la mejor antología de sus metáforas haya pasado por el río del olvido y allí se hayan quedado recuerdos de los destruidos discos duros o los sobres por los que su partido sigue imputado, aunque según el barón de Claret, a la sazón ministro portavoz del Gobierno de M. Rajoy, sean asuntos muy pretéritos, cual si de bisontes pintados en Altamira se tratasen; hay una importante diferencia, los pintores de las cuevas dejaban claras sus intenciones de cazar y comerse los músculos proteínicos de aquellos bichos, quizá haga más de 20.000 años, pero del contenido de los discos duros maltratados no sabemos nada.

Mas hace unos días este ilustre nos ha dejado la perla más salvaje de la temporada, ha tenido que visitar Costa de Marfil y allí honrar sus años mozos domiciliado en la calle pontevedresa Salvador Moreno.

Evidentemente M. Rajoy quiso hacerse el despistado, siendo muy benévolo, puesto que conoce con certeza -a prueba de las bombas- que el señor Moreno fue golpista de los de primera hora; aquel 18 de julio dirigió la rebelión en el Arsenal de Ferrol, que con el crucero Almirante Cervera bombardeó Gijón, que al mando del Canarias, hizo lo propio con la población civil que huía de Málaga siendo responsable de cerca de 5.000 muertes, para después ser pieza clave en el control del estrecho por parte de los sublevados.

Por tales deméritos fue incluido en 2008 como uno de los 35 altos cargos del franquismo imputados por la Audiencia Nacional por los delitos de detención ilegal y crímenes contra la humanidad cometidos durante la guerra civil y en los primeros años del régimen, en el que fue ministro de marina en dos ocasiones. Pero M. Rajoy no quiere saber que se ha de aplicar la ley de memoria histórica en las placas de las calles y que en las cunetas seguimos igual.

Otra lección nos la acaba de dar la justicia argentina; tarde, pero nos la está dando en el proceso judicial de la Escuela Superior de Mecánica de la Armada, en cuyas instalaciones desaparecieron miles de ciudadanos durante la última dictadura militar. Han sido condenados a prisión perpetua 29 exmilitares, entre ellos Alfredo Astiz, conocido como El Ángel de la Muerte y Jorge Eduardo Acosta, alias El Tigre, por secuestro, torturas, homicidio, sustracción y ocultación de identidad de menores entre 1976 y 1983 para ser eliminados en los tristemente célebres vuelos de la muerte. Una vez más, nos dan ejemplo.