Hoy es el Día de la Constitución. Festivo, correrán en esta jornada ríos de tinta sobre ello. Se dirá que esta es la Ley de Leyes, y que la misma y sus posteriores desarrollos nos permiten una suerte de convivencia pacífica y orientada al desarrollo individual y colectivo. Es verdad, al menos en el sentido de que, si no ordenamos nuestra convivencia, todo será más complicado. Es como esas parejas que, por no formalizar, asumen una vida en común sin un contrato civil que lo sustente jurídicamente. Todo es más complicado así. Y, paradójicamente, en caso de separación también el procedimiento, por menos reglado, es entonces más tortuoso.

Por eso la Constitución, cualquier constitución, es buena en tanto que se revela fruto de un consenso y un punto de partida. Distinto es validar hasta qué punto sirve ya la actual al conjunto de los intereses de la ciudadanía. Eso es ya meterse en otra harina y, para gustos, colores. No es el objeto de este artículo. Pero les deseo, vaya por delante, un feliz Día de la Constitución, independientemente de su posición -cualquiera, legítima en democracia- respecto a la misma.

Hoy yo prefiero quedarme con otro día, el de ayer. El Día Mundial del Voluntariado, 5 de diciembre. Aquella jornada en la que se pone en valor el esfuerzo de muchas personas para, con su ejemplo, cambiar el mundo a su alrededor. Haciéndolo con pequeños gestos, muy pequeños, o con grandes proyectos y desarrollos. Pero, de una forma o de otra, dándose a los demás sin recibir nada a cambio. Sólo por una convicción profunda que, a veces, es difícil transmitir a los demás. Hay que vivirla.

Estoy convencido de que el Voluntariado es mucho más que el trabajo que uno se pone por obligación sin que nadie se lo exija y sin que le paguen por ello. El voluntariado legitima procesos, mueve conciencias y explica a los demás cómo podría ser un mundo distinto. Sin denostar lo crematístico, que también tiene su cabida en este mundo y es positivo, el voluntariado tiene un papel concreto en nuestra sociedad. Y, para mí, está íntimamente ligado a la participación y a la modelización de la sociedad. ¿Qué mundo queremos? Pues lo explico con mis acciones, modestas o ambiciosas, pero diseñadas para, por, con y junto a los demás. Acciones voluntarias, que construyen un paradigma basado en las personas.

Es por eso que estas líneas quieren expresar mi felicitación a todas aquellas personas que, de una forma u otra, sean o hayan sido voluntarias. Las que lo hacen formalmente, en organizaciones de referencia, imbricadas en proyectos con nombre y estrategia. Y a aquellas que, casi sin saberlo, realizan cada día acciones en favor de los demás, sin que ello trascienda. A quienes cuidan, promueven, apoyan y endulzan la vida de otras personas. Y a quien pone su conocimiento, su ciencia, sus capacidades y sus competencias a disposición del otro, sin más.

Les podría hablar de muchas experiencias de voluntariado, de personas voluntarias a las que conocí, con las que crecí, a las que me tocó apoyar desde un ámbito profesional, o experiencias propias. Y todas ellas tienen el denominador común de los valores con los que uno se da y se acerca a los demás. Y, si me pidieran que destaque una, me resultaría casi imposible. Cada una de ellas implica una impronta radicalmente diferente. Un conjunto de sensaciones únicas. Y, por supuesto, irrepetibles.

Sin embargo, sí que hay una experiencia que de alguna manera me marcó, y que sigue muy presente en días como el de hoy. Se trataba de llevarle agua potable, cada día, a una persona -Esther- que viviendo muy cerca del centro de la ciudad carecía de ella. Y, como no, eso implicaba una parrafada, un rato de charla distendida y un poco de compañía. Teníamos entonces en torno a quince años. Y, con todas las limitaciones de un chaval que entonces está abriendo sus ojos a la realidad, aquello implicaba conocer otra visión, otros mundos cercanos y lejanos a la vez y, también, otra problemática social y personal. Ya entonces, en aquella corrala, se verificaba lo que tantas veces he oído de tantas personas en tan numerosas ocasiones: el voluntariado te regala mucho más de lo que das. Esa es mi experiencia, sostenida en el tiempo, hasta hoy.

Feliz Día del Voluntariado. Feliz Día de la Constitución. Felices. Sean felices. O, al menos, inténtenlo. Y recuerden, por favor, que eso no es posible sin una actitud abierta, empática, cariñosa y positiva hacia los demás.