Buenos días! Espero que la Navidad les haya sido propicia, y que continúen ustedes aquí, al otro lado de la web, o saboreando un humeante café mientras pasan las páginas de este periódico. O quizá en la intimidad de su domicilio, quién sabe, o en un momento de receso en la empresa, entre cuentas de clientes y decisiones de cara al comienzo del año.

En un caso u otro, aquí nos vemos de nuevo, con el ánimo de construir un pedacito de la actualidad, que nos ocupa e interesa y de analizar algunos de los flecos de lo que ocurre en campos como el económico o el político, buscando su transposición e impacto en lo social. Y, aderezado con esto, mucho más. De las cuitas del tráfico de todos los días, hasta pensamientos que tienen que ver con el paso del tiempo, la circunstancia de las personas como elemento inherente a ellas, o la absoluta maravilla, por encima de todo lo demás, que es la Naturaleza. Ya ven... Y hoy, incluso, tomándome la licencia de pedirles consejo. Les cuento...

Miren... La vida es breve. Todos nosotros tenemos experiencias luctuosas de vez en cuando, y algunas muy próximas y duras, de forma que el fallecimiento de personas que conocemos, más o menos cercanas, nos va recordando lo efímero de la existencia, y lo importante que es aprovechar este don, este regalo, que es la propia vida. De la forma que cada uno considere más pertinente, sin duda, pero sin perder el norte de lo escaso que es este recurso de ir viviendo, por encima de todo. Ya les he contado más veces que soy de los que piensan que lo importante en nuestra trayectoria vital no es atesorar, sino necesitar menos, que no es figurar, sino verdaderamente ser, y que la virtud es, sobre todo, serenidad y tranquilidad de conciencia, por encima de muchos otros planos de lo personal y lo profesional.

Sí, la vida de cada uno de nosotros es breve y, por definición, irrepetible. Pero esto, lejos de amilanarnos, ha de ser un acicate para intentar disfrutar los buenos momentos que esta nos da. Y, en particular, para tener una actitud positiva ante los diversos hitos y etapas de la misma. Por ejemplo, a mí siempre me parecieron mágicos los cumpleaños, y muy especialmente dos: los cincuenta y los cien. Ya sé que son meros iconos, ya que el paso del tiempo es una función continua, y que poco más da celebrar los cuarenta y tres, siete meses, dos días y siete horas, que los cincuenta. Pero miren, la vida no está exenta de una cierta liturgia, y aunque yo sea de los que tienden a minimizar el envoltorio, casi anulándolo y fijándome sólo en el contenido, algo habrá que aportarle a la lírica en momentos tan especiales e irrepetibles.

Fijados estos dos hitos especialísimos, el caso es que los cien no son para todo el mundo. Primero, porque no todos llegamos, llevándonos ahí ventaja genética las mujeres, que llegan a edades tan longevas mucho más y mucho mejor. Y, segundo, porque aún en el raro e hipotético caso de estar ahí con veinte lustros, no sé cómo tendré el cuerpo para alharacas y celebraciones... Con todo, déjenme que focalice en los cincuenta. Y aquí me tienen ustedes, cerquita, cerquita, a menos de un mes para los mismos...

De ahí la encomienda que les hago... ¿Qué hacer en un momento especial? ¿Algún consejo? ¿Alguna posibilidad que se me escape? He pensado en una fiesta de cumpleaños -viva la originalidad-, que he descartado por no disfrutar yo mucho con ellas. O en un viaje largo y diferente, que tampoco parece que pueda concretarse ahora, y en alguna cosa más... Pero, ayúdenme, repito, dejando que les devuelva yo mi pregunta... ¿Cómo lo celebrarían ustedes? ¿Lo han hecho ya? ¿Qué es lo que harían, o no harían, en un día como este? ¿Tienen o conocen alguna experiencia en este sentido? ¿Qué les sugiere la idea de convertir esa celebración en un día verdaderamente especial?

Bueno, independientemente de que me contesten o no, se agradece la voluntad de hacerlo, o al menos de tomarse medio minuto para pensar, hoy o cualquier otro día, en el tema que les propongo. Al fin y al cabo ese siempre es el primer paso en la siempre generosa tarea de empatizar. De ponerse en el lugar del otro para trascender la propia realidad individual, generando una dinámica colectiva que siempre es mucho más provechosa que la suma de las de los propios individuos que las comparten. Es la potencia de esto que llamamos sociedad...

Les dejo. Me voy al tanatorio, ya que otra persona cercana acaba de dejarnos. Un suma y sigue que nos va dejando sin referentes y que nos sitúa, casi a los cincuenta, en la primera línea de casi todo. Es un buen momento para recapitular. Porque esto es el presente y el futuro. No esperemos a mirar mucho más adelante, sino a actuar...