En estos días navideños, pródigos en comidas de empresas, periodísticamente llaman la atención las fiestas organizadas por las revistas femeninas que, esencialmente, son desfiles de moda y plataformas publicitarias. Las llamadas revistas del corazón, cuyo origen es francés, llegaron a España con su sentimentalismo empalagoso en 1940, finales de la guerra mundial, impulsadas por las cuantiosas inversiones de la realeza europea, necesitada de relanzar su imagen y popularidad. En nuestro país, actualmente, constituyen un boom que se ha trasladado a la TV, en programas de poca originalidad y escaso ingenio. Son espacios (televisivos) donde se despelleja al prójimo, de cierto peligro social por la complicidad de los montajes y el creciente nivel de provocación. En ellos, tiene cabida el esperpéntico submundo, aderezado de "paquetes", en los que se vende la petición, boda, luna de miel, embarazo y bautizo, contra la entrega de un cheque millonario. Recientemente, llamó la atención el amplio despliegue gráfico de la boda del tenista con la hija de Isabel Preysler, cuya exclusiva fue celosamente custodiada. Hola, una de las revistas más prestigiosas, aunque no oculta su preocupación por episodios de menos relieve social, mantiene su servidumbre original de rendez vous a la Familia Real, singularmente a las actividades de la reina Letizia y a su ponderado y elegante vestuario. Como señalamos, los fiestorros de las revistas femeninas han respondido a la expectación, tanto en su aspecto social y elegante, como a los dictados de la moda, capítulo en el que destacaron señoras y señoritas con modelos que semejaban haber sido "envasadas al vacío", otras lucían llamativas transparencias cuando no escotes palabra de honor. En estos acontecimientos revisteriles, nada es casual, la publicidad manda.

Otrosí digo

Cada vez se reiteran más las quejas sobre la televisión deportiva y la falta de sobriedad de algunos narradores. Si bien, la televisión mantiene su calidad gráfica, la función de comentarista acusa la procedencia radiofónica -caso del martilleo, en la narrativa del partizado- y, en TVE, se añora a José Antonio de la Casa. Su espacio deportivo actual merece un repaso. Otra especie son los tertulianos o comentaristas militantes y su falta de objetividad. Cuando lo advierten, seguramente, será tarde; el camino de la servidumbre no tiene retorno.