Llevamos tantos meses hablando de Cataluña, que si el referéndum pactado, que si las cargas policiales, que si la independencia, o de la judicialización del problema catalán, con los correspondientes dirigentes políticos en la cárcel o en el exilio, que estoy convencido de que seguramente los lectores me van agradecer que no haga ningún comentario sobre esa comunidad tan importante para España, ni sobre las decisiones políticas que han adoptado unos y otros, erosionando en gran parte la sana y pacífica convivencia que existía dentro y fuera de Cataluña, y cuyo origen tendríamos que remontarnos al siglo XVIII, cuando el rey Felipe V promulgó los Decretos de Nueva Planta y suprimió los fueros de Cataluña, como revancha por haber apoyado al pretendiente Carlos de Austria.

Hoy, permítanme, queridos lectores, que comparta con ustedes una reflexión surgida tras lo que está aconteciendo en nuestro país, llamado España, tras más de diez años de una profunda crisis y que, pese a todos los recortes habidos en Sanidad, Educación, Asistencia Social y las reformas laborales correspondientes, nuestros dirigentes políticos, no solo a nivel del Estado español sino también a nivel autonómico, provincial y local no han sido capaces de buscar las soluciones adecuadas para evitar el nivel de pobreza que en estos momentos alcanzamos o que nuestra deuda pública siga creciendo de tal manera que se hizo necesario agotar la Caja de las Pensiones, setenta mil millones de euros y los empleos sigan siendo tan precarios como nunca había ocurrido en nuestro país.

La reflexión que hago es que estoy convencido de que el fracaso de las incorrectas medidas que se adoptaron no solo es responsabilidad de los cabezas de "cartel", es decir de los respectivos presidentes del Estado, de las distintas comunidades o de los propios alcaldes de gran número de los más de ocho mil ayuntamientos que siembran a España de tal cantidad de políticos que es imposible que un Estado con los recursos propios que disponemos, pueda hacer frente a semejante gasto.

Pese a todo ello, incluso con tan elevado número de políticos, muy por encima de cualquier otro país de nuestro entorno, estaría justificado si realmente se dedicaran a la muy noble tarea de "hacer política" y no a aprovecharse del correspondiente cargo, tal y como estamos viendo que ha ocurrido en tantos años y que sigue ocurriendo a día de hoy.

En todas las elecciones, sean del ámbito territorial que sean, normalmente el ciudadano cuando va a depositar su voto en la urna, lo más probable es que solo conozca al cabeza de la lista de ese determinado partido político. No repara en los demás componentes de esa lista "cerrada" -quizás sea por eso- y en consecuencia no valora la capacidad de los demás componentes que, al fin y al cabo, van a ser los que gobernarán este país ocupando un puesto de relieve en la propia Administración, en la empresa pública, en los respectivos parlamentos, en los gobiernos del Estado o de las comunidades autónomas, o de concejal en un ayuntamiento de España. Esto no ocurre solo en las elecciones en el puro ámbito de la política, sino también cuando se trata de elegir un Consejo en una empresa o en un colegio profesional.

La gestión en la política o en la esfera pública o privada, es materialmente imposible que la pueda llevar a cabo una sola persona. Muchas veces son tan importantes o más las personas que están a su alrededor -el equipo- que el propio cabeza de lista.

Por lo dicho anteriormente sería muy valioso y efectivo que en el momento de que alguien se presenta para un cargo colegiado, debería exigírsele por los propios votantes que presente al "equipo" con el que piensa hacer frente a todas aquellas promesas que dice que va a cumplir. De esta manera podríamos saber que las referidas personas las consideramos capaces o no para desarrollar esa gestión. ¿De verdad conocemos a los diputados o senadores que elegimos y que son los que van a aprobar y redactar las leyes por las que nos vamos a regir todos los miembros de esta sociedad? ¿Están capacitados para ello? Lo dudo, en la mayoría de los casos son personas a quienes hay que recompensar por un "servicio" prestado.

En los órganos colegiados, en los parlamentos, en los ayuntamientos deben estar aquellos que consideramos que son los mejores, de ahí la necesidad de saber quiénes se presentan y cuál es su capacidad para desarrollar tan altas misiones. En el ajedrez, el rey es la figura más importante de la partida, pero si sus alfiles, torres, caballos o peones no son capaces de saber que movimientos tienen que hacer para que el rey salga victorioso, la partida está perdida.

De esta manera, se explica que tras diez años de penurias, recortes, apretarse el cinturón, incremento de impuestos, etc. todavía sigamos como estamos, debido a la falta de buenos y conocidos "equipos" que trabajen por el interés público de los españoles o del colectivo profesional que representan.

A España le iría mejor.