Creo, querida Laila, que LA OPINIÓN ya dio cuenta de ello hace semanas. Me refiero al problema surgido en los municipios de O Pino y Touro, que están sufriendo una tremenda amenaza e incubando una grave angustia social por su futuro inmediato. Se trata de la reapertura y brutal ampliación de la vieja mina de Touro para la extracción de cobre a cielo abierto. De llevarse esto a cabo, no solo los citados municipios se verían gravemente afectados, sino muchos próximos, así como la cuenca del Ulla y la propia ría de Arousa, que recibirían una sobrecarga de residuos muy dañinos y peligrosos. Es normal, pues, que ya se haya generado alarma entre mariscadores, pescadores y sectores de la población de Vilagarcía y A Illa. El proyecto dañaría también al conjunto de Galicia que recibiría, una vez más, un tratamiento para-colonial por parte de compañías foráneas dedicadas a extraer y explotar nuestros recursos naturales para llevárselos fuera, dejando gravemente erosionado nuestro territorio y sometiéndolo a niveles de contaminación y a riesgos intolerables. Te hablo de compañías foráneas porque es el caso, ya que la empresa gallega, actual propietaria de los terrenos de la mina cerrada, en caso de autorizarse su reapertura y ampliación, sería absorbida por empresas de capital chino y canadiense, que se llevarían el cobre y los beneficios. Como suele suceder en estos casos, los promotores ofrecen cientos de puestos de trabajo para engatusar a la población y apuntalar decisiones a su favor de las administraciones pero, en realidad, los empleos serán pocos, los más precarios y los menos cualificados, ya que especialistas, técnicos y directivos vendrán de fuera en su mayoría. La mejor prueba de ello es que estos puestos de trabajo jamás se concretan y solo se habla de su número aproximado. A cambio, toda la actual riqueza agropecuaria de O Pino y Touro, su pequeño y mediano comercio o industria y su propio hábitat, del que viven y en el que viven actualmente unas diez mil personas, se verán radicalmente alterados para mal; el valor de sus tierras, de sus bosques y de sus propias casas caerá en picado; su población disminuirá y los que queden tendrán que soportar las explosiones continuas de la mina, enormes escombreras y los depósitos gigantescos de lodos y aguas ácidas y tóxicas, que serán una constante espada de Damocles, como lo fue la balsa de Aznalcollar, por no hablar de la contaminación de las aguas, del aire y de las tierras.

Ante semejante amenaza, vecinos de Touro y de O Pino se organizan ya en una plataforma que lleva en su nombre todo su ideario, su objetivo y la única condición necesaria y suficiente para adherirse: MINA NON. Es un instrumento meramente vecinal que no sabe de colores partidarios o partidistas, porque su única política es MINA NON. Eso sí, reclaman posición y, en su caso, apoyo de todos los partidos sin exclusión alguna. De momento prácticamente todos, con más o menos entusiasmo, les han apoyado, excepto el PP, al que paradójicamente pertenecen los alcaldes de los dos municipios primordialmente afectados. Estos alcaldes tratan de escurrirse, culebrean ante la presión vecinal y defienden de facto el proyecto minero en una especie de clandestinidad. Solo dicen que la mina puede traer beneficios, que son incapaces de precisar y menos de garantizar, y que, si los promotores cumplen la ley, tragarán. El argumento es sofisma, porque no hay ni habrá nunca ninguna ley que obligue a un gobierno a aprobar un proyecto dañino, por muchas leyes que cumpla o diga cumplir.

Alguien, querida, debiera preguntar y emplazar a Núñez Feijóo para que su partido salga de la clandestinidad y saber todos a qué atenernos.

Un beso.

Andrés