A lo largo de la historia se han dado numerosos casos en los que determinados personajes fundamentaban sus actuaciones en base a decir una mentira, a sabiendas de que si el resto de las personas se la creían, acabaría convirtiéndose en una verdad. Ejemplos de ello lo encontramos en la esfera de la política, de la religión y en las campañas publicitarias de numerosos productos que gozan de una gran demanda en el mercado actual.

La frase: "Una gran mentira repetida muchas veces se convierte en una gran verdad", que tantas veces hemos escuchado o leído, se le atribuye a dos personajes importantes y destacados del siglo XX. Lenin, destacado bolchevique de la Revolución de Octubre de 1917, instauró la Nueva Política Económica, que combinaba elementos socialistas y capitalistas, llevando a Rusia al inicio del proceso de industrialización y recuperación del país tras la guerra civil rusa. El segundo personaje protagonista de la referida frase, es Goebbels, que ocupó el cargo de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich entre 1933 y 1945, siendo uno de los colaboradores más directos y cercanos a Adolf Hitler, destacando por su oratoria y el exterminio de los judíos durante el llamado Holocausto.

Traigo a colación lo referido anteriormente, porque en nuestra historia política también se podría aplicar la susodicha expresión a la campaña difamatoria que se llevó a cabo contra una reina del siglo XVI, que lo era por derecho propio, no por ser consorte de rey varón y que, en mi modesta opinión, fue tildada de lo que no era por ser mujer y porque su conducta religiosa no era la apropiada en aquellos tiempos donde el catolicismo representaba al poder más influyente de aquella sociedad. Me refiero concretamente a Juana (La Loca), la hija tercera de los Reyes Católicos, y heredera de las coronas de Castilla y Aragón por haberse producido la muerte de su hermana mayor, Isabel, y la de su hermano y heredero Juan. Tras la derrota del levantamiento comunero por su hijo y futuro rey Carlos en 1520, este ordenó que se le volviese a encerrar en Tordesillas, como ya lo había hecho su padre el rey Fernando, y ordenó que la obligasen a recibir los sacramentos católicos aunque fuese mediante tortura. Muchos autores están de acuerdo en que fue apodada La Loca por una supuesta enfermedad mental alegada por su padre y por su hijo para apartarla del trono y mantenerla encerrada de por vida. Ya en 1495, con 16 años, Juana daba muestras de escepticismo religioso y poca devoción por el culto y los ritos cristianos, ordenando sus padres que se mantuviese en secreto semejante comportamiento. En sus últimos años de vida se llegó a sugerir por algunos religiosos que estaba endemoniada. Felipe II, su nieto pidió a un jesuita Francisco de Borja que la visitara y averiguara que había de cierto en todo ello. Después de visitarla, el jesuita aseguró que las acusaciones carecían de fundamento. La reina Juana en su lecho de muerte se negó a confesarse.

Una mentira, como es el caso de la locura de Juana, repetida tantas veces y durante tantos años por los poderes de aquel momento, hacía que nadie se atreviese a poner en duda semejante afirmación y que la propia Iglesia ayudaba a divulgar, porque de lo contrario, la persona que dudase de la locura de la reina podría ser acusada por la propia Inquisición. De este modo la reina Juana no era una persona grata para la misma, ya que ni un crucifijo quería tener en sus aposentos.

Por ser mujer y su comportamiento religioso contrario totalmente al de sus padres, nunca llegó a reinar de manera efectiva, pese a ser reina de Castilla durante 51 años que tuvo que compartir, primero con su esposo Felipe el Hermoso y, posteriormente, con su hijo Carlos. Fue reina de Aragón de manera nominal durante 39 años, ya que tuvo que compartir su reinado con su hijo Carlos.

En tiempos actuales me atrevería a decir, que la frase: "Una mentira repetida muchas veces se convierte en una gran verdad", puede ser aplicada a lo que en estos últimos meses hemos venido escuchando, por uno y los otros, en Cataluña, sobre a quién ampara la legalidad en sus actuaciones independientemente de lo que hayan resuelto los distintos tribunales en los distintos ámbitos judiciales. Se ha creado un determinado estado de opinión en gran parte de la ciudadanía, como consecuencia del interés particular de los partidos políticos y sus jefes de propaganda apoyados en los diferentes medios de comunicación, cuya verdad se sabrá cuando tengan que decidir y resolver las instancias de los Tribunales europeos.

Una mentira por muchas veces que se repita, siempre será una mentira.