La crisis del Centro Gallego de Buenos Aires siembra la inquietud sobre la suerte de su apreciada pinacoteca, integrada por obras de valorados artistas vernáculos, muchos de ellos, forzados por el exilio, que encontraron en el arte el lenitivo para combatir el desarraigo, o sea la raíz rota. Habían perdido sus posiciones y, aunque se daban cuenta, se resistían a reconocerlo. La llegada del cuadro de Castelao A derradeira leición do Mestre ha despertado el interés por la obra de los artistas gallegos de la diáspora. Castelao fue el juglar del siglo XX, la personalidad étnica de los gallegos en el mundo. Además de los artistas reseñados en LA OPINIÓN (28-01-18) conviene añadir a María Olmos de Pita da Veiga, esclarecida miniaturista de relieve internacional; Corredoya, cuyos cuadros adornaron el oratorio de la Nunciatura Apostólica de Buenos Aires durante la visita de Pío XII, etc. Por citar a dos artistas diferenciados, nos detendremos en las figuras de Laxeiro y Eugenio Granell. Laxeiro era un hombre tectónico, había hecho la guerra en el bando nacional, pero no era culpable. ¿Ideologías? No le interesaban. Su cuquería aldeana y su gracia personal era lo que prevalecía. Su barroquismo mítico tiene el olor y la frescura de los campos de Lalín, aunque era muy devoto del mar. Eugenio Granell, pintor, violinista, catedrático de Historia del Arte, deambuló por América hispana y EEUU como último representante del surrealismo. Militó en el POUM, publicó un artículo España Libre, reproducido por LA OPINIÓN (16-03-2003), en el que critica el silencio de Alberti y su complicidad con Neruda con los crímenes stalinistas. Granell fue una personalidad muy atrayente, con un lenguaje colorido que le permitió hablar siempre de España sin enfrentarse con ella.

Otrosí digo

Dama compostelana fue un cuadro de Sotomayor que despertó la atención de su exposición en Buenos Aires. La obra fue adquirida por la familia Lagorio (Arturo), cónsul que fue de la Argentina en A Coruña. Dama compostelana ofrecía la figura de la madre de Camilo J.Cela, que me confió gestiones para rescatarlo. No fue posible por cuestiones familiares a raíz del fallecimiento de D. Arturo Lagorio. En un viaje a Madrid, me entrevisté con D. Camilo para zanjar el asunto. Cuando nos despedíamos se acercó un grupo de señoras a solicitarle al premio Nobel un autógrafo, que cumplió, rogándoles: "Un momento que voy antes a mear".