Hoy, en mi Shikamoo, trataré el explosivo tema de Oxfam y de lo que por ahí se dice. Tuve la oportunidad de ejercer de director territorial de Intermón -luego Intermón Oxfam y hoy Oxfam Intermón- en Galicia, León y Asturias durante catorce años. Y, además, estuve involucrado como director interino de país no en Haití, pero sí en otro país centroamericano, Guatemala, dentro del área regional de CAMEXCA, Centroamérica, México y Caribe. Formé parte del Equipo Directivo nacional de esta organización. Y fui vicepresidente del Consello Galego de Cooperación. Habiéndome enfrentado a alguna otra muy seria situación de riesgo de marca global en la organización y en tales destinos, creo que algo podré aportar sobre el asunto...

Miren, soy de los que piensan que aprovecharse de cierta dosis de asimetría en las relaciones humanas -y, en particular, sexuales- nunca es aceptable. Y tanto es así, que los Códigos Penales de los diferentes países recogen algunas de esas relaciones fuertemente asimétricas como punibles. Claro es el caso de tal tipo de interacción con menores de edad, por ejemplo. En otros países, al hilo de evitar tal asimetría, el consumo de prostitución en cualquiera de sus variantes es considerado delito.

Pero, aunque no lo fuese, precisamente por no aceptar esa manifiesta asimetría considero que es deleznable llegar a un país con ansias de apostar por él y por sus gentes y... obrar de tal guisa. Delito o no, en función de la realidad de país de la que estemos hablando, la opción de consumir prostitución implica un posicionamiento en cuanto a los derechos de las personas. Y, ¿saben por qué? Porque lo que hace que una persona esté generalmente en tal situación de prostitución es la exclusión o su riesgo, esto es, la falta de recursos o de oportunidades de obtenerlos. Por eso quien aspire a paliar o revertir tal fenómeno de la pobreza como opción profesional y de vida no puede caer en una práctica en él sustentada.

Dicho esto, contundente, claro, meridiano y sin paliativos, ¿qué tendrá eso -un comportamiento marginal- que ver con la buena praxis generalizada en organizaciones como Oxfam, referente ético y casi único actor global que pone el dedo en la llaga de las cuestiones planetarias más lacerantes? Nada, absolutamente nada. La organización española, Oxfam Intermón, es ajena a los hechos acaecidos, que sin embargo no ha dudado en explicar con transparencia. Pero es inevitable que, en cualquier lado, existan manzanas podridas. Y así como hay quien convierte el estilo de vida de la cooperación -o cualquier otra cosa, ¿verdad?- en un verdadero virreinato, hay quien satisface sus naturales instintos tirando de la mala situación de seres humanos a su alrededor. Aquí y en Kuala Lumpur, desgraciadamente.

Yo soy una persona crítica, y les confieso que quizá tenga algunos reproches para Oxfam Intermón, que entenderán me guarde para mí mismo, y que a lo mejor han implicado en mí en algún momento una cierta decepción. Quizá tengan que ver estos con determinados estilos de liderazgo y de gestión de las personas. Pero eso es algo íntimo, que sé separar de lo que hoy se juzga mediáticamente. Y en esto, queridos lectores, les aseguro que la familia Oxfam tiene un papel absolutamente imprescindible e intachable en nuestros tiempos líquidos. Si nuestro mundo hace aguas hoy en muchos frentes, hasta extremos impensables, imagínense qué pasaría sin el concurso de estas organizaciones globales, con capacidad de presión política, proposición de alternativas y movilización social. Hoy, más que nunca, estas no han de cejar en el empeño de lanzar su mensaje, acompañado de su capacidad transformadora. Porque, aun considerando su influjo, la cosa no está precisamente para tirar cohetes. Así lo entiendo yo y, por eso, sigo siendo colaborador económico de la organización desde hace veinte años.

Lo grave es que los hechos acaecidos son de 2011, y salen ahora, justo a la vez que la noticia de la detención del presidente de Oxfam Internacional, por algo relacionado con su etapa de ministro en Guatemala. Si a eso sumamos las lamentables declaraciones de alguno de nuestros ministros... blanco y en botella. ¿Estaremos asistiendo a una campaña de desprestigio global, bien armada y orquestada, por el trabajo de Oxfam contra la inequidad? Esa, señores y señoras, es la plaga más grande que tendremos en el siglo XXI. Y pocos hablan de ella... A ver si los que lo hacen con cabeza y capacidad van a salir ahora por ello trasquilados... Sería una pena, aunque en algunos foros con visión muy a corto plazo lo mismo pueda ser interpretado como un éxito...

En el hipotético y raro caso de que en un partido político haya una cierta corrupción -ironía-, a nadie se le ocurre cargarse todo el sistema... Cuando un médico es condenado por mala praxis, no hay ser humano en sus cabales que plantee que la sanidad ya no es necesaria. Cuando un profesor universitario hace apología de la xenofobia, se le apercibe, sanciona o cesa y ya está. Pero cuando un par de cooperantes, de forma presunta o firme, faltan a la confianza y a la moral que se les supone, ¿hay que cargarse a todas las organizaciones sociales? Pues no. Habrá que echarles a ellos, como ya se ha hecho, y si se confirma que alguien más obró mal porque el comportamiento de los mismos era materia punible y no actuó en consecuencia, que asuma sus responsabilidades. Punto. Pasar de ahí sólo puede obedecer a otros intereses. Que no seré yo ahora, a estas alturas del curso, el que les descubra que los hay. ¡Vaya si los hay...! ¿O no?