E l alcalde de La Coruña ha declarado que recibe ataques "por tierra, mar y aire", circunstancia que en tiempos convulsos exige huir del victimismo y, sobre todo, que no se altere el verdadero sentido de las palabras. Entendemos la preocupación de don Xulio por cuanto las decisiones del gobernante necesitan sosiego y tranquilidad, máxime si el relativismo, advertido en la política municipal coruñesa, se confunde entre lo ético y lo legal; a veces deriva más en una prueba de arrogancia que de conocimiento. Las relaciones con el Ministerio de Fomento no son las mejores al registrarse atrasos en los accesos, carencia de comunicaciones ferroviarias modernas con Ferrol y Lugo, restaurar el servicio de contenedores por ferrocarril, la línea férrea al Puerto Exterior, etc. Recordemos que la ministra doña Magdalena Álvarez quiso hacernos ver que un tren en marcha estaba parado (Tierra), o don José Blanco que nos regaló un parking en Alvedro que nadie había solicitado, y se demoró la ampliación de la pista, a la que al parecer le han rebanado 160 metros. En la parte municipal no se ha conseguido aumentar el número de vuelos (Aire). En el capítulo marítimo (Mar) sigue la diatriba sobre el destino de los muelles vacantes y los terrenos urbanos del litoral, en cuyos debates el alcalde semeja estar fuera de juego. En tramas tan complejas es cuando debe aflorar la capacidad e imaginación de los gobernantes y, también, si la preparación está acorde con las responsabilidades asumidas. Al cabo de más de dos años, todavía no advertimos ese swing intelectual imprescindible para superar a las políticas populistas rampantes.

Otrosí digo

Si se repasan los rostros de los munícipes coruñeses, observarán cierta adustez patológica. Nadie sonríe y es sabido que la sonrisa marca las pautas sinceras de la vida. Alegren sus caras, imiten a los niños y si pueden repasen el Génesis 33, 14: "Iré despacito al paso de los rebaños que llevo delante y al paso de los niños".