Vivimos tiempos de mucha bulla callejera y poca claridad, tras una agitada semana, precursora de un horizonte social inquieto. En la calle, algarada; en el parlamento, argumentarios oportunistas sin variedad creativa.

La impresión es que los políticos no resisten el silencio, pero no son consecuentes y carecen de valentía para manifestar si lo que dicen es verdaderamente lo que creen.

A Coruña, en su parálisis, sufre el cansancio de augures excitantes, de anuncios prometedores y de una tendencia gestual perezosa. Hemos contemplado un amplio cartel en la fachada del desvencijado Mercado de Santa Lucía, donde se prevé construir un centro de salud.

Ante la demora en acometer una mejora social, repetidamente requerida, el ciudadano se hace la siguiente ecuación: si para un tema estructuralmente sencillo llevamos más de dos años, ¿qué tiempo nos quedará para la Intermodal, la fachada marítima, la fábrica de armas, el AVE o la eterna discrepancia con el Ayuntamiento de los cooperativistas y promotores del ofimático, etc., etc.?

Cualquier asunto, planteado con intervención municipal, lleva consigo enredos, demoras, polémicas, es decir, discusiones estériles sin apreciar nuestros munícipes que el mérito del servicio al ciudadano es el acuerdo, el diálogo con el rival político, al que también suponemos interesado en el bien público.

Los "ayuntamientos del cambio" responden mejor al otro nombre del que se han apropiado, "ciudades rebeldes". Siguen enquistados en diatribas inútiles, ajenas al interés general, como se refleja en los medios informativos cuya agenda edilicia produce el efecto de postración en la ciudadanía.

Otrosí digo

En la Gaiteira -nos informa un taxista- una profesional de la Sanidad cedió para "fines sociales" tres pisos de su propiedad.

Ha pasado un año y se queja de haber percibido solamente

el alquiler de los tres primeros meses, sufragado por el Ayuntamiento.