La calle se pintó de malva y se llenó. Comprendo la manifestación pero no la huelga que es siempre contra alguien o algo o no es. No la comparto en el ámbito público en el que hace mucho se expulsó la discriminación entre sus empleados, la salarial y la de acceso a cargos y responsabilidades, aunque siguen faltando apoyos reales a la maternidad, guarderías públicas y acomodación de horarios a la realidad laboral de la pareja o a la madre soltera o sola y por ahí se cuelan las desventajas mayores para la promoción profesional de las empleadas públicas. En el ámbito privado las cosas son distintas y otros los obstáculos a la igualdad porque las situaciones son más difíciles de definir. En las muchas opiniones leídas estos días eché en falta la voz del empresariado y, en concreto, la de las empresarias y directivas, grandes, medianas o pequeñas. Si la probabilidad de embarazo, dada la edad de la aspirante a un empleo, es argumento de peso para preferir al varón es evidente que estamos ante una situación que exige corrección inmediata. Una corrección que, como tantas, cuesta dinero y habrá que buscarlo donde acostumbra a encontrarse. El seguimiento de la huelga, como es usual, escaso para los empresarios y amplio para los sindicatos y convocantes.

La manifestación fue un éxito aunque se exageran sus consecuencias. Fue una expresión alegre, cívica y combativa de solidaridad de las mujeres consigo mismas y de los hombres con ellas. Y de protesta contra quienes en casa, en la calle o en el trabajo desprecian la libertad y la igualdad de las mujeres, recogidas ya en Francia en 1789 en la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana por Olympe des Gouges. Ese fue, el de la solidaridad y la justa protesta, el mensaje principal de la manifestación. El otro, el escrito demagógico que convocaba, contribuyó a reducir la participación y sus redactores no deberían apuntarse el éxito de la convocatoria. Y después del día 8 toca seguir por el mismo camino de reconocimiento de la mujer, de su dignidad y sus derechos, iniciado hace ya décadas en España, aunque algunos piensen que vivimos en la Edad Media y que nos conviene la revolución.

A causa de la excesiva fragmentación la política parlamentaria es ahora una suma de frustraciones. Está pasando con diferentes iniciativas y trabajos en el Congreso de los Diputados. Llevamos meses casi inservibles y la retirada del PSOE de la Comisión de Educación ha sido la última muestra. Vendrán más porque eso es lo que ocurre cuando se opta por el amateurismo y se desprecia la profesionalidad. En todo caso nada que ver con el circo del parlamento catalán. Su errático presidente acaba de suspender sine die el pleno de la investidura y piensa esperar hasta que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos resuelva la demanda que contra España va a presentar Sánchez el candidato encarcelado. Así dice Torrent que defiende su derecho a participar pero lo hace contra los derechos de todos los demás a investir a un candidato, contra el Estatuto que obliga a investir a un candidato y contra los catalanes que tienen derecho a un presidente porque para eso fueron a las urnas.

Y, en fin, la política se hace desde el gobierno y en este sentido la semana ha sido fructífera para Rajoy. El pacto con los sindicatos de función pública y el acuerdo con los sindicatos policiales son buenas muestras de gestión de intereses contrapuestos, buenas muestras de hacer política desde el gobierno, de mayor mérito cuanto mayor es la agitación en el escenario político nacional.