Buenos días y buen comienzo en estos días especiales del año. Tengan ustedes cuidado si se mueven por carretera en alguna de estas jornadas, ya que en ellas se produce una enorme cantidad de desplazamientos de vehículos. Y, a partir de ahí, poco más les cuento en esta introducción, aparte de saludarles. Buenas vacaciones si han podido tomarse unos días. Y, si no, queda el consuelo de los festivos, que tampoco están mal.

Al tema. Hoy quiero hablarles de brecha salarial. Y no me voy a referir a la evidente entre hombres y mujeres, no tanto porque ante un mismo trabajo se les pague más a ellos que a ellas, que también, sino ante la existencia de determinados techos de cristal que limitan el acceso a ciertos niveles y profesiones por el hecho de ser mujer. Cortapisas que, por encima, se disparan sobremanera en el caso de la edad fértil y la maternidad.

Pero no. Hoy abordaré otra brecha. Y esta es la que se produce, también en materia salarial, derivada de la singularidad de nuestro país, con una Administración central, diecisiete autonómicas, cincuenta y dos provinciales, y un sinnúmero de Administraciones locales. Podríamos abordar también la brecha que dimana de todo este batiburrillo administrativo en cuanto a derechos, prestaciones y servicios, que me parece francamente inaceptable y que plantearemos en otra ocasión. Pero no. Hoy me ciño a tal brecha salarial. Y es que, entre otras cosas, está de moda...

En efecto, ya saben que estos días está en el candelero, y hasta es una exigencia del partido Ciudadanos al partido en el Gobierno para su apoyo a los Presupuestos Generales del Estado, una cierta equiparación de los sueldos de Policía Nacional y Guardia Civil a los de las Policías Autonómicas de Euskadi y Cataluña. Entiendo un pequeño decalaje ligado al coste de la vida en unos y otros lugares, pero contenido y justificado, y no la gran diferencia que existe ahora. Por eso, hasta aquí, bien. Yo creo que todo lo que sea avanzar en el hecho de que, ante un trabajo igual, se pague lo mismo a las personas, es en sí bueno. Y si policías con determinadas competencias en su territorio ganan manifiestamente menos que en otros, es bueno armonizar.

Pero llama la atención el hecho de que el foco de la cuestión se haya puesto únicamente en estos funcionarios, y no en el conjunto de los empleados públicos. La brecha salarial existe mucho más allá de los funcionarios de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Estos días, sin ir más lejos, algún periódico se hacía eco de la brecha docente. Y es que el profesorado, en una competencia transferida a las autonomías, gana bien distinto en función de dónde ejerza. Lo mismo ocurre en la Sanidad. Y, si me apuran, tampoco gana lo mismo un funcionario de un Ministerio -transversal, en todo el Estado- que en las comunidades autónomas, con diferencias también entre ellas. Como digo, se trata de un problema mucho más amplio que, únicamente, el que afecta a los diversos y particulares Cuerpos de Policía del Estado. Pero ese ha sido el único objeto de debate y de planteamiento político. ¿Por qué? Ciertamente, llama la atención.

Es la diferencia entre poner un parche, quizá ligado a una determinada oportunidad política, y legislar con mayúsculas, con una estrategia y una lógica de visión más amplia. La diferencia entre lo que puede ser una ocurrencia y la necesidad de intentar practicar una cierta confluencia, congruencia y coherencia de criterios. Porque las brechas, y termino volviéndome a referir a ellas, nunca son buenas. Pero ni para policías ni, por supuesto, para nadie.