Pésima, como se imaginan, la del tribunal alemán que inadmite la imputación a Puigdemont del delito de rebelión del que le acusa el magistrado Llarena. Dos cosas conviene no olvidar antes de rasgarse las vestiduras, de alegrarse como si toca el gordo o de descalificar por completo el procedimiento judicial y político seguido hasta ahora contra los promotores del procés. Lo primero es propio de quienes gustan de flagelarse convencidos, de nuevo la leyenda negra haciendo de las suyas, de que somos un desastre. Lo segundo, y era de esperar, es de independentistas. Lo tercero, la descalificación absoluta corre a cargo de analistas e ilustres juristas críticos entusiastas de nuestros jueces o nuestros gobernantes si son conservadores. Dos cosas que no deben olvidarse para no perdernos en el río revuelto en el que los pescadores más desleales esperan obtener ganancias. La primera es que será nuestro TS quien decida la calificación jurídica de los hechos alegados, quien decida el delito por el que serán juzgados los acusados. No los juzga un tribunal alemán, ni lo ha hecho el instructor Llarena, sólo el TS español juzgará y dictará sentencia en un asunto que acaba de empezar. Segunda, la decisión del tribunal alemán no ha descalificado a la justicia española, ni al gobierno, ni a nuestro Código Penal, ni a nuestra democracia constitucional. Es la opinión de un tribunal alemán sin jurisdicción en España que no debe, en ningún caso, paralizar el enjuiciamiento de los golpistas. Sin complejo alguno de inferioridad o culpabilidad el TS debe proseguir activando los instrumentos que tiene a su disposición sin abdicar de ninguno y en la seguridad de que Puigdemont tendrá que responder, antes o después, de los delitos que le imputa Llerena, también el de rebelión.

González Vega, de Jueces para la Democracia, escribía en El País que ante lo sucedido caben dos opciones. Una, retirar la euroorden con lo que Puigdemont no podría volver a España siendo detenido y juzgado si lo hace. Dos, aceptar la entrega y juzgarle primero sólo por malversación y, cumplida la condena o absuelto de ese delito, procesarle por rebelión transcurridos sesenta días de permanecer en España. Además el TS puede acudir al Tribunal de Justicia de la UE para que resuelva sobre la que estima una extralimitación del tribunal alemán por no haber actuado con el automatismo que exige la euroorden, un mecanismo de cooperación entre poderes judiciales de países democráticos europeos, y haber entrado a enjuiciar los hechos. Llarena sabrá bien lo que tiene que hacer para que, en ningún caso, nuestro Tribunal Supremo resulte ninguneado por una mala aplicación, en realidad por un destrozo, de la euroorden.

Mala noticia la del máster que, al parecer, nunca se cursó. Mala para una Cifuentes, como poco, temeraria, para el director "reconstructor", para la Universidad que pierde actas y trabajos acreditativos del curso y, en fin, para el rector que paga lo que autorizó algún predecesor. Feo asunto que da pábulo a sospechas de malas prácticas en la institución, que daña al PP y, por extensión, a los políticos que no entienden que no cabe el ocultamiento absoluto de las chapuzas y que las conductas que evidencian superioridad y desigualdad de trato son, ya hoy, inaceptables.

Para pasar el rato la de las fotos que la abuela disponía, la madre rechazaba y la niña, rápida y obediente, evitó. Anécdotas de la vida familiar. No hechos censurables como otros de hace años. Los abuelos en segundo plano, sin hacerse notar pero estando para lo que sea menester, en prevengan pero sin armas.