E l Juani siempre dice que no se junta con ranas que no sean de su charca. Quienes siguen el historial de Cifuentes, aún sin saber qué habrá pasado hoy, tienen la certeza de que le quedan pocas ranas en su charca. Tampoco El Juani comparte charca con ranas de la derecha nacionalista catalana que estas semanas salpica los noticiarios con colectas, además de la del 3%, para las fianzas de sus afiliados en prisión provisional. Seguro que esa precariedad es culpa de extremeños y andaluces, tan subsidiados ellos por la caridad del capital catalán que lleva años y años abusando de su mano de obra barata. El Juani es un tipo de interés que nada sabe del Euribor, que no hace declaración de patrimonio. Un tipo raro, muy introvertido, su medio siglo largo está bien llevado para ser uno de esos que no saben ponerse moreno con una lámpara. Uno de esos que tiene el pelo muy blanco, que choca de bruces con el ladrillo rojizo que se le ha pegado a la cara y a la piel de los brazos. Su único lujo es un bolígrafo de propaganda prendido en el bolsillo del tabaco, nadie le ha visto escribir. El Juani habla muy poco, hace gestos, comprensibles para los suyos. Cuando lo hace, lo hace muy bajito, con su acento muy cerrado, procuras entenderle mirándole a los ojos, si no entiendes te callas y disimulas. Lo importante es que te habla y no por simple cortesía. Para verlo, fuera de horas de andamio y mortero, has de madrugar para compartir la tostada en la Venta del Chicharrón, al mediodía en el chiringuito de la hacienda Don Rodrigo o con la fresca en cualquier taberna de su barrio. Solo precisa lebrija fresco y, en temporada, caracoles, cabrillas o lo que el tabernero disponga. Los únicos requisitos son estar solo o con la compañía adecuada. Vive con su madre en el Cerro Blanco, un barrio de casas bajas, los gitanos son sus vecinos de toda la vida. La verdad es que El Juani soporta muy pocas bromas, porque el cuerpo no está para jotas. Lo notas muy pronto, cuando, después de un tiempo, te habla, acepta venir una noche en su motocicleta a compartir un perol de guiso de cuchara y paso atrás en el campo, pero sin extraños. Esa noche sabes que El Juani hablará, es decir, cantará, no serán palos alegres que animen a la parroquia a bailar sevillanas, será para que, los que sepan, acompañen con palmas secas y sordas su cante, en tonos muy bajos, con quejidos muy sentidos que al extraño ponen la piel de pollo, escuchando y callando. Por eso El Juani no se junta con ranas que no sean de su charca, a su alrededor pululan colegas de oficio, trepas y pelotas, que medran sin pudor y creen, ilusos, que abandonan la charca. Por eso El Juani está jodido, porque no entiende a Cifuentes, ni a Rajoy, ni a Puigdemont, ni los resúmenes del Consejo de Ministros.