De las muchas maldades de ETA, sabido el anuncio de su disolución, hay una que me ha quedado grabada mentalmente, y a otros además físicamente, que es peor. Desconocía yo que de los 86 secuestros que perpetró la banda, de los que obtuvieron 6.420 millones de pesetas (38,6 de euros), la mayoría fueron liberados tras percibir el rescate, pero 10 fueron asesinados y 14 son soltados por los terroristas con un tiro en la pierna. La villanía de marcar de por vida a la víctima indefensa con la secuela de un disparo en una pierna es lo que me ha sublevado más que las muertes, con ser éstas más rompedoras. No sé si el disparo dañaría los huesos, singularmente los de la rodilla, que te dejan inválido, pero el hecho de disparar a un rehén como diciéndole "ahí va esta propina para que te acuerdes" me provoca tal resentimiento que pensé que yo no lo perdonaría nunca, y al final, porque es más cristiano perdonar y ser perdonado, me trago el rencor reconduciéndolo en otra dirección y mutándolo en afecto y compasión por las víctimas, a las que ahora aprecio más y mejor. Agur ETA, y nunca más.