El Gobierno local acaba de dar el paso decisivo para culminar una de las principales asignaturas pendientes de la ciudad de A Coruña: la peatonalización de su casco histórico. La Ciudad Vieja será peatonal a partir del próximo 25 de junio. Ningún coche podrá aparcar en superficie a partir de ese día, salvo las personas que cuentan con plaza de movilidad reducida y los vehículos de la residencia de mayores. Solo los automóviles autorizados podrán circular, sin restricción horaria, por las calles que están dentro de las murallas.

Han tenido que transcurrir dos décadas, con una larga lista de promesas de peatonalización nunca cumplidas por parte de los ejecutivos que han venido ocupando María Pita, para que A Coruña aborde por fin una tarea imprescindible para frenar el declive del espacio urbano más emblemático de la ciudad.

Es una iniciativa inaplazable, sin la menor duda, pero también de arduo trabajo de ordenación, razón por la que ningún Gobierno municipal se decidió hasta ahora a llevarla íntegramente a la práctica pese a figurar siempre en todos los programas electorales.

A Coruña era la única ciudad de Galicia y una de las pocas de España de su dimensión e historia que no había acometido todavía la peatonalización de su casco histórico. Una rémora en la ordenación de la ciudad que la iniciativa del Concello anunciada para este verano pretende subsanar.

El Ayuntamiento coruñés, bajo el mando de Francisco Vázquez, hizo un tímido intento ya en 2002 con un fallido plan para retirar de sus calles más históricas la circulación de coches. La iniciativa se había limitado entonces a la instalación de bolardos móviles que contaron con una subvención de 318.000 euros procedentes de la Unión Europea. Pero acabó en chasco. Siete años más tarde, el dispositivo fue retirado porque se había quedado obsoleto sin que siquiera hubiese empezado a funcionar. Para más inri, Bruselas obligó al Concello a devolver la subvención concedida para los bolardos.

El Gobierno de Carlos Negreira fue más allá y puso en marcha en agosto de 2014 un sucedáneo de peatonalización que limitaba el aparcamiento en el casco histórico, sin cerrar las calles al tráfico rodado, decisión clave que aplazaba a una segunda fase tras soterrar el tráfico de la Marina.

Esta dilación fue criticada entonces por los vecinos de la Ciudad Vieja, que reclamaban la peatonalización de la zona en una sola fase. Tras la reordenación que peatonalizó la Marina y O Parrote, el actual Ejecutivo abrió las puertas a la restricción de tráfico también al núcleo del casco histórico.

La peatonalización pretende actuar como un reclamo para los coruñeses que permitirá dinamizar económicamente una zona emblemática sumida desde hace décadas en un continuo y penoso declive. Es la llave para revitalizar un centro histórico que viene sumiéndose en un degradante deterioro año tras año por un abandono que se arrastra desde hace décadas y que ha tocado fondo con la recesión económica.

Buena parte de los locales comerciales de la zona se encuentran desocupados y con importantes desperfectos, según los últimos informes municipales. Algunas razones de este progresivo abandono del casco histórico hunden sus raíces en una política local que en años anteriores primó el desarrollo de grandes superficies comerciales en la periferia de la ciudad frente al concepto de área comercial abierta en las calles céntricas y barrios de la ciudad.

El casco histórico coruñés tiene un gran potencial económico por desarrollar a pesar de su notoria degradación. Una decidida apuesta por su peatonalización sin medias tintas es el primer paso necesario para esa ansiada regeneración de la zona más emblemática de la ciudad.

Pero no puede ser el único. El Concello prevé ampliar las ayudas a la rehabilitación en los edificios de la zona que abarca el Plan Especial de Protección y Reforma Interior de la Ciudad Vieja y Pescadería (Pepri), y facilitar, también con ayudas públicas, la reforma de locales para impulsar la instalación de más comercios en la ciudad amurallada. Estas medidas se complementarán con un programa de dinamización para que los negocios que ya tienen su sede en la Ciudad Vieja puedan captar más clientes.

En las bases de las subvenciones para la rehabilitación de inmuebles se incluirán criterios de renta para facilitar a las personas con menos recursos el acceso a estos fondos públicos. Con ello, se pretende evitar la gentrificación de la Ciudad Vieja, es decir, que las personas que han sido siempre vecinas del barrio Vieja se vean expulsadas de sus viviendas por residentes con una renta superior.

Prácticamente nadie se opone en la Ciudad Vieja a una peatonalización tanto tiempo esperada para revitalizar el barrio, pero hay discrepancias, especialmente entre vecinos y comerciantes, sobre la ordenación de las plazas de aparcamiento, la cuestión más ardua a la hora de restringir el tráfico.

El Ayuntamiento, que en su plan inicial tenía previsto limitar a los residentes la reserva de plazas exclusivas en el aparcamiento junto al Oceanográfico, decidió, tras las protestas de los vecinos, permitirles aparcar también en la zona de A Maestranza. El Concello ha negociado también rebajas de hasta el 50% en los parkings privados para los residentes de la Ciudad Vieja, que han sido solicitadas ya por 165 vecinos. Una cifra considerable, ya que en el barrio histórico se mueven unos quinientos coches de residentes.

Los comerciantes, preocupados por la afluencia de clientes, defienden la implantación de la ORA en el entorno de la Ciudad Vieja, a la que se opone la asociación vecinal, cuyo presidente, Pedro Roque, no lo ve como solución, ya que nadie irá a buscar aparcamiento a la Ciudad Vieja. Los comerciantes demandan también que el horario de carga y descarga, limitado en principio a las mañanas, se amplíe a las tardes.

En cualquier caso, el Concello ha anunciado reuniones con residentes y comerciantes para analizar todas las posibilidades. La peatonalización es una actuación compleja que debe ponerse en marcha con flexibilidad y continuo diálogo con los distintos intereses afectados para lograr el mayor consenso posible.

La experiencia de las peatonalizaciones de los cascos históricos en otras ciudades demuestra que las zonas registraron una notable mejoría. No afrontar este reto en la Ciudad Vieja, como se ha venido haciendo hasta ahora por comodidad, solo serviría para ahondar en un declive del casco histórico que podría llegar a ser irreversible.