Yo era un tonto, y lo que he visto / me ha hecho dos tontos.

Pedro Calderón de la Barca 'La hija del aire' (Jornada I)

La verdad es que esta comedia de Calderón es algo aburrida; pero quizá estos versos sirvan para justificar el folio: Señor, vencerse a sí mismo/ un hombre es tan grande hazaña/ que sólo el que es grande puede/ atreverse a ejecutarla (Jornada II).

Alrededor de 1929, parece ser que con la ayuda de Bergamín, Alberti recopiló en la Gaceta Ilustrada un puñado de poemas, "Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos", para introducirlos declaró: "Yo nací -¡respetadme!- con el cine" aseguraba que sus poemas se habían fraguado en homenaje a Chaplin, Lloyd, Keaton, en un arte joven.

Quizá por todo ello sigo siendo tonto, sin remedio, ya es tarde para cambiar. Podría haber usado el plural, pero alguien podría molestarse; trataré de ser educado. Con este título puede parecer que hago referencia a lo que pasa estos días, a lo que ha pasado estos meses, a lo que algunos recordamos desde hace años; pero no, no quiero extenderme más sobre la burla que hemos sufrido y seguimos sufriendo, a las bofetadas que Alberti recordaba cuando las recibían sus actores homenajeados para mayor carcajada cruel del público en aquel cine mudo. Eran tontos por buenos, tontos por sinceros, tontos de los que los poderosos se reían y despreciaban, ufanos ellos de su sabiduría. Alberti se identificaba con ellos, con su nobleza, su bondad? valores que no cotizan, ni entonces, ni ahora, ni nunca, en la bolsa de la avaricia, la mentira, el miedo y la traición.

Ahora, siglos después, pido prestados a ambos poetas estos versos y tonto me defino. De paso, ahorro el trance a quienes así me consideran o como tal me tratan. Lo reconozco. Me he creído casi todo. Me he creído, por ejemplo, que la lucha de tantos tontos fuese útil ante la tropelía.

Hubo un tiempo en el que el cine irrumpió en España como una brisa de aire fresco. La vida cultural se debatía entre obras teatrales grandilocuentes, académicos pomposos y un público que temía todo lo nuevo. Los jóvenes escritores que con el paso de los años serían, a su pesar, nombrados como Generación del 27 recibieron expectantes un nuevo arte que colmaba sus aspiraciones. En general, todos se empaparon de aquellas películas que llegaban desde Alemania, Estados Unidos, la Unión Soviética o Francia. Mientras, la monarquía de Alfonso XIII se agrietaba como un mueble viejo; el tonto es el buen hombre, el que nunca va con segundas intenciones, el que se lleva los trompazos y al que golpea la policía por cualquier motivo, Buster Keaton es el preferido.

Hace años que somos actores de cine mudo, espero que el buen sentido de los venideros atraiga buenos vientos de progreso. Es un decir.