"Porque más vale no ver / fruta madura y dorada / que no se puede coger".

Antonio Machado

Pasan mucho frío todos los desabrigados forzosos cuyo nombre salió en el Boletín Oficial hace años con un buen nombramiento y próximamente saldrán otra vez como cesantes en la sinecura o en la canonjía que disfrutaban, es una suma realmente considerable que nadie atina a contabilizar.

La mayoría no quedará en la indigencia y no voy a ser yo quien diga que todos se hayan puesto las botas, no todos tienen altillos millonarios. Entre ellos hay probos ejecutivos que se reincorporarán disciplinadamente a su antiguo oficio; pero no sé qué será de los sin oficio cómodo o sin beneficio.

Otro colectivo que da penita es el de aquellos que seguirán ahí, altos funcionarios, jefes, jefecillos y asesores de medio pelo que no se sabe si firmaron en su día algún manifiesto de adhesión inquebrantable al líder cesante. Están dejándose la baba por las moquetas para impedir que su nombre salga en el BOE, según se abra por el apartado de ceses, son los de virgencita que me quede como estoy.

De los dos colectivos anteriores se extrae la lista del siguiente grupo, el de los desalojados o predesalojados que no han conseguido acomodo en las infladas nóminas del poder aún retenido y no saben bien qué hacer de cara a resituarse en los círculos del poder; porque, claro, el asunto es acertar a quien hay que apoyar, a los que se distanciaron de la corrupción cuando salpicaba o a los que se apuntaron a todas las merendiñas populares para mayor gloria de sospechosos y condenados. Los de este grupo están que no saben cómo ponerse para salir en las fotos de las próximas municipales y autonómicas, con un jinete, con un caballo ganador, aunque sea con mulo de carga.

Los hasta aquí detallados son legión, pero no son menos los aspirantes de toda condición, artistas, incluso abuelos cebolleta de todas las guerras habidas y por haber que llevan sudando la camiseta de su equipo desde las postrimerías de 68, sin hacer un mísero máster, pegando todos los carteles del mundo, esperando que llegase el día ansiado en que sus anhelos se viesen realizados en forma de pequeño nombramiento que culminase su amplia y brillante hoja de servicios.

Ven el último tranvía. El problema es que el funicular ascendente pasa abarrotado de advenedizos con currículos brillantes, jóvenes gestores o no tan jóvenes trepas.

No hay que olvidar otros colectivos, el de los malditos, que algún día cometieron el traspié de dejarse llevar por la ambición y contradijeron al jefe, nadie se lo reprochó, nunca fueron traidores, pero Roma nunca les considerará fieles de pesebre.

También están los gafes, pero mejor ni los mentamos que trae mala suerte, y los de la fábula de la zorra y las uvas con la que comenzábamos.