Hace muchos años que conocí el trabajo del comunicador Josep Cuní en TV3. Fue en una época en la que iba a Barcelona con muchísima frecuencia, y generalmente me coincidía verle en el programa Els Matins - Las Mañanas- al tiempo que desayunaba en la casa de unos buenos amigos en la que solía quedarme. Después de esa etapa, hacía tiempo que no tenía oportunidad de seguir su trabajo. Y fue anteayer, jueves, cuando se produjo el virtual reencuentro. El tema, un trabajo sobre la Rusia de Vladimir Putin que, sinceramente, me gustó mucho. Me gusta la claridad expositiva y la capacidad de ir a lo verdaderamente nuclear que rezuma dicho reportaje, en la línea de otras cosas que había visto de este profesional. Repito, me gustó.

Tanto, que he decidido tirar de algunas de las hebras que el Sr. Cuní explicitó, para escribir hoy estas pocas líneas y aportarlas para el análisis que ustedes quieran hacer de ello, muy en clave de preguntas abiertas, sin demasiadas respuestas. Una reflexión que les ofrezco y que, por cierto, hay que enfocar en el ámbito de la mera opinión e incluso intuición, ya que ni conozco el país ni su realidad en detalle, más allá de lo que pueda entrar en el capítulo de la llamada "cultura general" y de un interés por lo geopolítico que me lleva a interesarme, por terceros, de qué ocurre por allí.

Pero, ciertamente, no creo que haya que ser un gran especialista en Rusia -¿habrá rusistas igual que hay hispanistas?- para ver lo que es meridiano en el reportaje, y que se evidencia precisamente por la gran maestría del Sr. Cuní en la acción de explicitarlo. Y es que, a pesar de que prácticamente todas las personas entrevistadas confiesan estar encantadas con el señor Putin y sus políticas, cuando uno examina con atención el documento, tales testimonios evidencian algo más. ¿Es miedo? ¿Miedo a las consecuencias de discrepar? ¿Quizá una cierta impostura para evitarse problemas? Lo cierto es que, así como algunas de tales personas está claro que están ideológicamente cerca de los postulados y la praxis del Gobierno, el análisis del lenguaje gestual y de las respuestas de otros -asumidos ya los efectos de la traducción simultánea- parecieran expresar lo contrario.

En particular, y visto con ojos occidentales, es muy difícil de comprender cómo en Chechenia -sí, Chechenia y, en particular, Grozni, arrasada en la convulsa década de los noventa por el ejército ruso y reconquistada definitivamente en 2009- los votantes del Sr. Putin superan allí hoy el noventa por ciento. No se trata de decir si esto es legítimo o no, ya que cada uno puede tener la opinión dinámica que quiera, variándola según su propio criterio. Pero, ciertamente, sorprende. Y más cuando, como en el reportaje, alguno de los principales abanderados entonces de la independencia hoy refiere tal veleidad de antaño como algo así como "pecados de juventud". ¿Hay una realidad asfixiante allí? ¿Hay libertad en Rusia hoy? ¿Hablan las personas desde la verdad o su lógica está dictada por otros? ¿Es creíble tal planteamiento cerrado y en bloque, en el contexto de la sociedad culta, dinámica y muy diversa que es el país?

Yo, evidentemente, no lo sé. No tengo ni idea, como decía al principio, más allá de lo que obtengo de fuentes internacionales, agencias de noticias y organizaciones sociales, y sin conocer el idioma. Pero todo ello sorprende. Rusia es un gran país, el más grande del mundo en términos de extensión, y con unas capacidades y potencialidades verdaderamente enormes, que ha vivido su particular gran travesía en el desierto a partir del desmembramiento de la URSS y la modificación de los equilibrios de bloques. Rusia pasó hambre y, casi peor aún, vivió años de zozobra identitaria, que seguramente hoy están superados bajo la batuta del actual mandatario del Kremlin. Son dieciocho años ya de Putin, y quizá hoy asistimos a la recogida de todo lo que él y sus correligionarios sembraron en la conformación de lo que es, no me cabe ninguna duda, un liderazgo verdaderamente fuerte. Desde luego, muchísimo más que cualquier otro en Europa.

Pero Rusia, anfitriona del actual Mundial de Fútbol 2018, ¿tiene cuentas pendientes en materia de libertades personales y praxis democrática? La oposición política habla de fraude y acoso, que le impide constituir una alternativa real al partido en el poder. Y, hechos probados y visto desde valores europeos, vivir en Rusia hoy supone acatar un rodillo que da al traste con algunas de las libertades individuales, por ejemplo en materia de derechos LGTBI. A todo ello se refirió también Josep Cuní, recogiendo el testigo de organizaciones y colectivos que llevan tiempo trabajando en el ámbito de los derechos humanos, y que denuncian ataques personales y colectivos, desprotección y hasta muerte.

En fin... historias para compartir, porque no olviden que el mundo que vivamos y que vivan mañana los que vienen detrás se construirá con nuestras decisiones y actitudes del presente. Algunas, muy en nuestro ámbito, y otras no. Pero, incluso estas últimas, conformadas a partir de nuestros retazos de opinión. Por eso les pregunto, hablando de Rusia y el Mundial, ¿es tal país hoy el mejor escenario para un acontecimiento global supuestamente hilvanado a partir de los valores que dimanan del deporte? A esto, aún descontando que el fútbol espectáculo poco tiene que ver hoy con los mismos, yo no tengo respuesta. Pero se lo traslado a ustedes para que, desde la particular sabiduría de cada cual, reflexionen si quieren. Y es que no todo va a ser hablar de goles, ¿no?