En Singapur se han encontrado por vez primera en la historia los líderes de los Estados Unidos y Corea del Norte y a corto plazo han ganado ambos. A largo plazo la ganadora ha sido China, que no ha participado pero que ha estado muy presente, a comenzar por el avión (chino) que llevó a Kim Jong-un a la cita. Y si todo va bien también habrá ganado el mundo. Y todo cogido con alfileres porque en vez de reunirse para firmar acuerdos negociados durante largo tiempo, aquí se han reunido dos líderes imprevisibles y sin ninguna preparación diplomática previa.

Trump ha conseguido la foto que quería con Kim para la galería de retratos de la Historia, como el de Nixon con Mao y el de Reagan con Gorbachov. Y quizás piense que esa foto le acerca al premio Nobel que tanto desea y que, según él, tanta gente piensa que se merece. A fin de cuentas a su odiado Barack Obama se lo dieron simplemente por un talante y sin ninguna foto que mostrar. Pero no hay que engañarse porque por detrás de la preparación mediática y de la cuidada escenificación de banderas y paseos, Washington no ha conseguido nada de verdadera sustancia en Singapur y en cambio ha cedido en asuntos que hace solo unos meses consideraba innegociables, como el requisito previo para sentarse a hablar de una desnuclearización "inmediata, total y verificable" que por ahora no será ninguna de las tres cosas sino un objetivo para un futuro que no se precisa. Es cierto que Trump no ha levantado tampoco las sanciones sobre Corea del Norte, pero ha hecho otras concesiones mayores como no hablar de derechos humanos y suspender las maniobras militares con Corea del Sur por considerarlas "inapropiadas" y "una provocación". Esto ha producido desconcierto en el Pentágono, que no lo esperaba, y desmoralización en aliados como Japón que dependen de la protección norteamericana pues su Constitución, impuesta tras sus aventuras imperialistas durante la última guerra, le impone muchas limitaciones para su Defensa. Lo curioso es que cuando Pyongyang pidió en septiembre pasado a los norteamericanos que no las hicieran, la embajadora ante la ONU Nikki Haley dijo que la propuesta era "insultante" y que la rechazaba de plano. Es lo que tiene ser un líder que coloca la impredecibilidad (unpredictability) como algo que hay que cultivar. Trump también ha expresado su deseo de retirar totalmente sus tropas de la península de Corea donde tiene casi 30.000 soldados, lo que volvió a hacer que un escalofrío recorriera la espalda del primer ministro japonés. Pero no tiene que preocuparse pues también dijo que quería retirar los 2.000 soldados que tiene en Siria y ahí siguen. El problema con este hombre o uno de los problemas, para ser más preciso, es que dice y se desdice y uno nunca sabe lo que de verdad va a hacer... que es lo que quizás en el fondo pretende.

Por su parte, Kim Jong-un ha demostrado ser un tipo astuto y que con la sola promesa de no seguir haciendo maldades (pruebas nucleares y misiles balísticos) ha logrado el premio que su padre y abuelo no consiguieron nunca a pesar de adornarse con un estatuto cuasi divino y con títulos tan ridículos como "gran líder" o "amado líder". Kim, dictador de una tiranía comunista que tiene miles de prisioneros políticos, que no respeta los derechos humanos y cuya población se muere literalmente de hambre, ha conseguido al estrechar la mano del "líder del mundo libre" una legitimidad internacional con la que nunca hubiera podido soñar. En vez de llamarle "hombre cohete" y "gordo bajito", Trump se ha deshecho en elogios sobre él en Singapur.

Ahora comenzará, se supone, un largo proceso que puede durar muchos años para hablar de devolución de soldados muertos, de creación de confianza, de desnuclearización, de retirada de tropas, de sanciones y de un auténtico tratado de paz en la península de Corea que sustituya al armisticio provisional de 1953. No será un camino de rosas y desde luego tampoco será unilateral.

Y aquí es donde entra el presidente chino Xi Jinping que no ocultó su nerviosismo cuando se empezó a hablar de un posible encuentro entre Trump y Kim, porque no quería que el eventual acuerdo entre ambos se hiciera a expensas de sus intereses en Corea que son muy simples: reducir la influencia de Washington y aumentar la propia. Para eso hizo un par de propuestas ligando suspensión de pruebas nucleares y maniobras militares, y ligando también la paz en la península y la desnuclearización. Lo primero ya se lo han comprado y lo segundo lo conseguirá cuando comiencen las conversaciones de paz y China tenga un asiento en la mesa a la que ya le ha invitado Donald Trump al final de la Cumbre de Singapur. ¡Bingo! Y por si quedaban dudas, Kim ha regresado esta semana a Beijing para recibir más instrucciones sobre las líneas rojas chinas a respetar y para asegurar a Xi, una vez más, que nada se hará en contra de sus intereses.

Así que todos contentos: el mundo aleja la perspectiva de una guerra nuclear, Trump tiene su foto, Kim gana respetabilidad y los chinos se garantizan el futuro si las negociaciones progresan, que con suerte será un proceso muy largo y muy complicado. ¡Solo falta que ahora Trump, ya lanzado, deje de separar a niños inmigrantes de sus padres y busque hacerse una foto con Jamenei en Teherán! Visto lo visto.