Por muchos otros motivos -sede episcopal, villa medieval, un barrio pomposamente llamado "little Venice", cuna del fabuloso Álvaro Cunqueiro por sólo citar algunos detalles afamados- Mondoñedo puede revindicar un lugar destacado entre las villas norteñas y gallegas de nuestra piel de toro. Pero lo que son las cosas. Mondoñedo es ahora más citada y conocida por la A-8 (la autovía transcantábrica, para quien no esté al día en tales nomenclaturas) y sus habituales interrupciones, cierres a circular durante los kilómetros donde se localiza el puerto de Fiouco, alto de casi 700 metros de altitud debido a las frecuentes y densas niebla, circunstancia que te obliga a ir por la carretera nacional que pasa rodeando el pueblo, y que es ocasión de que muchos viajeros aprovechen para hacer un alto en su camino y disfrutar de los encantos de la villa que quedarían ignorados cuando se transita por los cerros que coronan ese paraje por donde discurre la autovía.

No había caído en ello, pero ayer, al oír una vez más el mensaje radiofónico de la DGT en el coche, un natural de Mondoñedo me lo comentó. Pensé que no hay mal que por bien no venga.