Última columna de junio, antes de entrar, mañana mismo, en el séptimo mes del año. Metidos pues ya de largo en el verano, con los días acortándose y el paisaje ya prácticamente transformado en el escenario de las vacaciones de una buena parte de la ciudadanía de este país, con las grandes ciudades vaciándose y el entorno de costa superpoblándose. ¡Bienvenido, julio!

Y, en este contexto, una cita conceptual obligada, año tras año, sin que haya perdido nada de su vigencia. Estoy hablándoles de la celebración del 28 de junio, hace un par de días pero con actos y eventos desde entonces y también en este fin de semana, del originalmente llamado Día del Orgullo Gay o Gay Pride, y hoy más matizado como Día del Orgullo LGTBIQ, Día de la Diversidad Sexual o incluso Día Mundial de la Diversidad.

En todo caso, e independientemente de la etiqueta, un momento importante para recordar lo crítico y fundamental que es el respeto en las relaciones humanas, haciendo muy nuestra esa máxima de no discriminación de persona alguna por sus características físicas, identitarias, de credo o personales, incluyendo aquí todas las formas de sexualidad e identidad sexual posibles, hoy muy alejadas en nuestro contexto de estigmas que en la sociedad de nuestros padres y abuelos sí se vivieron. Y es que es importante que el ser humano pueda crecer en plenitud en un marco de respeto a los demás y a sí mismo, y que tal respeto se extienda a sus opciones, decisiones y condiciones.

En nuestra España, referente mundial en el respeto institucional y social a los derechos de gais y lesbianas, hubo un antes y un después a partir de aquella ley que, de forma magistral y con una mínima intervención en la norma, supuso un reconocimiento pleno y al máximo nivel de las parejas del mismo sexo. Un cambio que llevará por siempre asociado el nombre de un presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, un movimiento social y asociativo verdaderamente activo y exitoso, con muchos nombres propios, y un estado de opinión y una maduración de ideas en el marco de los derechos civiles fruto del trabajo, la sensibilidad y la valentía de incontables personas durante muchísimos años. Y todo ello pese a los intentos de quien, con argumentos hoy rayanos en lo cómico, vistos desde la distancia, promovió acciones contrarias a tal apertura, que en ningún caso limita la esfera jurídica del particular, sino que la amplía.

Ojalá tal visión de las libertades individuales, indudable ejemplo en países de Europa de profunda tradición democrática, pudiese también avanzar dentro de las fronteras donde la comunidad LGTBIQ lo sigue pasando mal. Y es que no crean que hay que irse demasiado lejos para encontrar burla, palizas, persecuciones, intimidación por parte de las instituciones del Estado o las propias familias, o la cárcel y la muerte. Ciertamente, al igual que ser mujer sigue siendo un elemento de minusvaloración y sometimiento en una parte del mundo del siglo XXI -sé que parece irreal, pero no lo es-, la legítima condición sexual de cada uno puede ser el delito que -en determinados ordenamientos jurídicos- le lleve a la tumba de forma abrupta y temprana.

Entiendo que la educación, ¡ah, la bendita educación!, puede ser el antídoto para, a largo plazo, mudar algún día tal paradigma. Pero mientras, en el corto y medio plazo, hay instrumentos de presión económicos, políticos y sociales con los que desde los estados más avanzados socialmente podemos influir en el mundo, a través de sus organizaciones multilaterales y también en la interrelación con los estados que penalizan a sus ciudadanos LGTBIQ. Es vergonzoso, execrable y nunca justificado que hagamos negocio con quien decapita, cuelga o tira de una muralla a una persona por el hecho de su condición LGTBIQ, o realmente por ninguna otra causa. Sí, es vergonzoso que miremos para otro lado en tantas ocasiones...

En fin... Disfruten de su verano, de sus actos de la semana del Orgullo si participan ustedes en ellos, o de lo que estimen oportuno. De eso se trata, de que hagan lo que quieran en un clima de respeto, oportunidades, cordialidad y mucha empatía... Y se lo cuento en estos días de las postrimerías de junio, de entrada en el primero de los meses del núcleo duro de la canícula, habiendo recordado hoy un Día Mundial que surgió de las revueltas de Nueva York por el continuo hostigamiento a la clientela del pub Stonewall por parte de la policía...