Iba a escribir que el ministro de Fomento había echado un jarro de agua fría sobre la próxima llegada del AVE a Galicia, pero calculando que el dicho popular pudiese caer bien, como cosa beneficiosa contra los tórridos calores veraniegos, he dado prevalencia al titular que proclama más retraso que, según mi modesta opinión, auguran las declaraciones ministeriales explicando ese "no generar falsas expectativas" sobre la llegada del AVE a Galicia. El ministro anunció recientemente en el Congreso de los Diputados que va a auditar los plazos en las líneas de alta velocidad fijados por el anterior gobierno, maniobra que todos suponemos va a suponer más dilación en el proceso pues aventura que se habían fijados plazos complacientes para quedar bien con las comunidades autónomas afectadas, sino que además, como ha dejado bien clarito para no hacernos muchas ilusiones, unas son las fechas de fin de las obras y otras las de entrada en servicio. Total, que con el realismo que adivinamos tras esta voluntad política, realista pero dilatoria, y las propias dificultades de la terminación de la infraestructura por tierras gallegas, el AVE va para largo, desde luego más allá del 2020, que era la fecha cacareada.