El Real Club Deportivo de A Coruña, una de las entidades con mayor capacidad para unir y movilizar a los coruñeses, afronta una etapa de previsible paz social después de la junta extraordinaria de accionistas celebrada este jueves. Tino Fernández y su consejo de administración, con la única incorporación del exjugador Ramón Piña tras la dimisión, en octubre, de Fernando Vidal, salieron reforzados de la junta, convocada después de que la reclamara el expresidente de la Federación de Peñas, Miguel Otero, tras el descenso a Segunda División. El 98,98% del accionariado presente en la asamblea en Palexco, que representaba casi al 35% del total, apoyó la candidatura de Tino Fernández y su continuidad al frente del club hasta 2023, cuando cumpliría nueve años como máximo dirigente del Deportivo.

La reelección de Tino Fernández, a efectos prácticos, se fraguó por unanimidad, casi por aclamación, en un momento más convulso en lo deportivo, con el primer equipo de nuevo de lleno en el pozo de Segunda, que en lo social. Muy diferente a enero de 2014, cuando la institución estaba inmersa en una crisis no solo deportiva sino también, y principalmente, económica, en concurso de acreedores. Entonces, Tino Fernández se presentaba sin cargas del pasado, como la única opción para revitalizar una entidad herida que vivía el ocaso de Augusto César Lendoiro, quien terminó por retirar su candidatura a la reelección como presidente.

El consejo de administración decidió convocar la junta extraordinaria de accionistas consciente del malestar y la crítica de parte de la afición después de una temporada nefasta, muy por debajo de las aspiraciones que el propio presidente había insuflado a la afición antes de que rodase el balón. Los silbidos en el estadio terminaron por verbalizarse en el primer movimiento formal de oposición a Tino Fernández desde que es presidente. Al frente de él, se situó el exresponsable de la Federación de Peñas del Deportivo, Miguel Otero, quien solicitó la convocatoria de la junta con la presentación del aval de un 6% de las acciones, según su recuento, cuestionado por la asesoría jurídica del club. En contra del criterio de los letrados, el consejo de administración convocó unas elecciones que no estaba obligado a celebrar y para las que tenía de plazo hasta finales de 2019. Y de esos comicios se borró Miguel Otero, que ni presentó su anunciada candidatura ni participó en la votación, consciente del abrumador apoyo que Fernández todavía preserva entre los accionistas. Sin embargo, Otero aún planta batalla, esta vez en los tribunales, ante los que ha impugnado la celebración de esta junta extraordinaria de accionistas.

Cuatro años después, Tino Fernández compareció de nuevo a unas elecciones con un bagaje elogiable en el aspecto económico, tras haber alejado al Deportivo de la asfixia financiera, pero muy mejorable en el apartado deportivo, incapaz de consolidar un proyecto consistente y firme que afiance al club en Primera División, con demasiados bandazos en la gestión meramente futbolística. Los primeros pasos después de la caída a Segunda vienen a corregir esos errores, dotando al Deportivo de una dirección deportiva armada, al frente de la que Tino Fernández ha situado a un profundo conocedor de la división de plata, Carmelo del Pozo, entre cuyas primeras medidas figuran la contratación del entrenador, Natxo González, y del secretario técnico, Ángel Becerra, toda una tarjeta de presentación de sus intenciones: adaptarse a la nueva categoría para conseguir el ansiado retorno a Primera. La configuración de la plantilla, con las salidas de jugadores y los fichajes cerrados hasta ahora, reafirma esa idea de edificar un proyecto deportivo estable, con la vista puesta en Primera pero despojado de la mochila de hacer del Deportivo un equipo ascensor.

El reelegido presidente blanquiazul, en un ejercicio de autocrítica, asume la "crisis deportiva" actual tras una "temporada triste", según aseguró ante los accionistas, cuya votación, defendió, "no deja lugar a dudas". "Para nosotros, significa que [los accionistas] respaldan el proyecto de futuro que hemos presentado para los próximos cinco años. Los apoyos, cuando son tan numerosos y reiterados, se agradecen siempre, pero especialmente en los malos momentos", manifestó. Ese respaldo unánime no debe tomarlo, sin embargo, como un cheque en blanco; supone un voto de confianza que evidencia que los accionistas ven al actual consejo capaz de revertir la situación deportiva, la más voluble e incierta en la dirección de un club de fútbol, pero, eso sí, la que más preocupa a su masa social.

Todo el deportivismo desea el regreso a Primera División. Ese tiene que ser el principal objetivo de esta temporada. Pero no debe ser un ascenso con los pies de barro, una subida para descender de nuevo un año después. Esa meta, irrenunciable de entrada aunque finalmente no se alcance, debe fraguarse en un proyecto deportivo fuerte, competitivo y estable, que siente las bases para asentarse en Primera y para que, una vez conseguida, abra la puerta a aspiraciones mayores. El Deportivo afronta una carrera de fondo cuyo éxito debe cimentarse desde la primera zancada. Ese es el mandato que recibe de los accionistas el consejo de administración liderado por Tino Fernández.