He tratado de olvidar el debate abierto, otra vez, por Juan Antonio Reig Plà, obispo de Alcalá de Henares, ya famoso por crear las brigadas callejeras en favor de la virginidad; pero la bilis no se ha contenido ante el nuevo servicio a las personas con supuesta adicción al sexo. Se trata de Sexólicos Anónimos, una comunidad para liberarse de la lujuria y alcanzar la sobriedad sexual; dejamos de lado el delirante uso del idioma para fundar su comunidad, relacionándola con el alcohol y no con la cocaína, por ejemplo. Él sabrá.

La pregunta que surge al más inocente es qué experiencia tiene el sujeto en cuestión sobre las actividades que combate, literalmente, "la pornografía, la masturbación, la promiscuidad, el romanticismo, la prostitución, las fantasías o las relaciones de pareja". Un programa que te asegura recuperar el sano juicio, incluso si tu lujuria llega a ser un problema delictivo de pornografía infantil que puede ser tratado "con cierta precaución", es decir, encubriendo la pederastia. Garantiza curación -para que luego vengan con pseudociencias- desde púlpito y confesionario, allí se cura todo sin acupuntura, sin látex ni química; los dioses y sus chamanes terrícolas se encargan de todo.

Una vez tratadas de asimilar esas opiniones pregúntense qué tendrán entre ceja y ceja el monseñor y sus acólitos; la respuesta es rauda, se inspiran en El Jardín de las delicias, obra del El Bosco que cautivó la mirada de Felipe II, cuando escrutaba los placeres terrenales de la tabla central, obviando los míticos orígenes paradisíacos o las amenazas infernales que esperaban a pecadores en las otras dos tablas del tríptico.

El autor aún tenía en la memoria la demoníaca peste del XIV, el fin del mundo pronosticado para el 1500 y un siglo XVI pesimista y moralizante, un tiempo de profunda crisis que acabaría en Reforma y Contrarreforma, una sociedad confundida y desorientada; allí encontramos un mundo expresivo difícil de comprender, un erotismo explícito que quizá quisiese condenar ciertas conductas, que el autor del encargo deseaba enseñar mediante alegorías. Por ejemplo en la tabla derecha, esa criatura con cabeza de pájaro y sombrero en forma de olla de cocción que se come a las víctimas humanas, luego las defeca para caer en un pozo de excrementos o la figura en el punto central del infierno, esa cara que aparece bajo un plato que contiene una gaita bajo el cual se interpreta el autorretrato de El Bosco.

Pobres clérigos que siguen buscando pecados en la naturaleza humana y disculpando delitos pederastas y bienaventurados surrealistas que se dejaron influir con estas imágenes para seguir creando.