Si a estas alturas gozan de tiempo libre -voluntaria o forzosamente- y ya saben que la señora Gómez ha encontrado nuevo trabajo, que el gobierno va a medio gas, que Casado y Rivera andan a la greña para ver quién la dice más grande, si quieren huir de la repetición constante de los mismos ripios, les propongo una salida que pasa por la lectura de Julio Camba. Disculpen que insista, puesto que hace meses lo recordaba también en este folio, La risa de conejo (LA OPINIÓN 24-10-2017)

Camba es siempre recordado por sus crónicas de viajes y por su periodismo autor de crónicas tocadas de un aire literario pero ligero; de sus principios anarquistas a los últimos años, vividos en una suite del Palace como el periodista mejor pagado del momento, también responde al perfil de personaje algo bohemio y excéntrico, pero dentro de un orden y muy alejado del prototipo de autor maldito. Es, por lo tanto, fiel representante del escritor de oficio, de pluma suelta y ágil, capaz de escribir con igual facilidad de cualquier cosa.

Por esa razón, aquellos que no se sientan atraídos por los éxitos literarios actuales de vocación playera y tengan intención de leer algo lejano, pero muy atractivo, les sugiero recuperar dos obras breves de este autor, una novela corta, El matrimonio de Restrepo y otra de marcado carácter autobiográfico, El destierro. Ahí se acaban sus breves andanzas como autor de novela breve.

El destierro es su última contribución literaria al anarquismo, las verosímiles memorias de su etapa en la acracia bonaerense que destilan un grato semblante de sus aventuras, un cariño evidente a los anarquistas porteños y un recuerdo cálido del carácter cosmopolita de aquella ciudad, donde se habían refugiado muchos ácratas perseguidos en Europa. Por su novela desfilan personajes con los que tuvo contacto, intelectuales como Pietro Gori, combatientes como su paisano Troitiño; sin olvidarse de otros más pintorescos, como los entrañables Orsini Bertani y Oreste Ristori. Pero entre todos, destaca Félix Basterra, introductor en los ambientes de la bohemia bonaerense, compañero de osadas correrías, gran amigo y referente literario para aquel muchacho, de diecisiete años, que hasta su llegada al gran Buenos Aires no había visto otra cosa que ambientes literarios provincianos. El matrimonio de Restrepo no ha pasado a la historia como novela, le falta cohesión y se desarrolla a trompicones, como si Camba la hubiera ido improvisando sin prestarle mucha atención. Pese a todo, la cantidad de digresiones que la jalonan, tomadas una por una llegan a resultar muy atrayentes, como sucede con la descripción del burdel donde cotidianamente se distrae el protagonista. Y aunque no funcione como novela, esta burla feroz de cierto tipo de literatura divierte con su tesis, que puede resumirse en esta lapidaria frase del narrador: "Una vez en posesión del estilo adecuado, lo mismo que la psicología de una chica se puede hacer la de un paraguas".