Tengan buen día, señores y señoras. Agosto sigue su curso y hoy es una de esas citas grandes en nuestra geografía. El 15 de agosto casi todo está de fiesta en Galicia, en un momento en que el mes empieza a alcanzar su punto de inflexión, ya hacia las postrimerías del verano. A ver cómo sigue el tiempo porque, a partir de ahora, en función de cómo vaya este, los turistas se quedarán un poquito más o huirán despavoridos... En cualquier caso, les deseo lo mejor para ustedes y sus intereses, sean estos los de hacer más caja a cuenta del verano o descansar con menos aglomeraciones. Todo es entendible.

Pero déjenme que hoy trate otro tema que concierne también a los intereses, en este caso a los colectivos. Voy a hablar de servicios sociosanitarios públicos, esto es, provistos por el Estado, por cualquiera de sus Administraciones. Un tema crucial siempre, y más en una tierra, como la nuestra, donde el envejecimiento de la población, de nosotros como conjunto, es patente y notorio. Un contexto en el que centros de día, residencias para mayores, prestaciones a domicilio, o prestaciones sanitarias de todo tipo son fundamentales.

Y, miren, voy a utilizar la palabra deficiente para calificar mi diagnóstico actual en este ámbito. No quiere decir esto, por favor, que el nivel técnico de la sanidad española no sea altísimo. No quiere decir, tampoco, que los pocos a los que llegan ciertas prestaciones y servicios asistenciales, no puedan estar satisfechos. Y no es una crítica a la labor de nadie en concreto, sino la constatación de que, seguramente por un cúmulo de errores y reducciones en los últimos años y décadas, es difícil ahora que, con lo que hay, se pueda prestar un servicio de calidad en la cantidad suficiente.

Así las cosas, ¿son de recibo determinados plazos a la hora de consultar a un especialista en el sistema público de salud? ¿Y qué me dicen, tal y como han denunciado los profesionales del sector en muchas ocasiones, de las esperas para acceder a determinadas pruebas diagnósticas? De acuerdo que, en el caso de verdaderas emergencias o de patologías graves, todo se pone en marcha y se demuestra el músculo que hay detrás pero... ¿y en el día a día?

Y... ¿se han planteado ustedes acceder a una residencia de mayores pública? ¿O solicitar plaza en un centro de día? Verdaderamente imposible para muchos de nuestros convecinos y convecinas. ¿Han intentado, con una situación de emergencia social, optar a una vivienda propiedad de la Xunta en régimen de alquiler bajo? Yo ya denunciaba en público, cuando era miembro de la Comisión Provincial de Vivienda, lo imposible que resultaba esto para muchas personas, simplemente porque no existe un parque municipal, provincial, autonómico o estatal de viviendas. Y a la hemeroteca me remito...

Con todo, la palabra deficiente es bastante optimista a la hora de describir tal situación sociosanitaria, planteándome quizá alguna más contundente. Pero mi análisis aquí se queda, como base para empezar a construir algo diferente, intentando mirar siempre hacia adelante y buscando la máxima practicidad y orientación a resultados posible. La práctica totalidad de los políticos seguirían culpando al de enfrente, seguramente con cierta razón, mayor o menor, pero también dejando de reconocer alguna de las cuitas de sus propias formaciones. Yo, que tengo en mi haber el convocar a representantes de todas las sensibilidades para tratar temas cruciales que nos afectan a todos -¿se acuerdan, por ejemplo, de una fórmula pactada entre todos para buscar la mejor lógica de las Becas-Comedor, a la que luego criticaron desde todas las opciones, en rueda de prensa, por aquello del "juego político"?, simplemente busco el bien común, sin concatenarlo a nada más.

Es muy urgente pactar con "sentidiño" y sin buscar brillos notorios que suelen quedarse en simples petardos, una política sociosanitaria entre todos. Es necesario hablar y ponerse de acuerdo. Es fundamental orientar todo el trabajo -que me consta que existe, y mucho, de políticos de todo signo y de personal técnico comprometido- a los problemas reales que viven las personas. Es crítico simplificar en lo posible una burocracia que, muchas veces, asfixia. Y es especialmente importante ilusionar a todo el conjunto de la población en ello, explicando bien qué se hace y qué se no, quién lo avala y por qué se plantea y se prioriza esto o aquello, mucho más allá de las opciones partidistas y partidarias. Y, si no se hace nada, seguirá el esperpento. Noticias hay estos días que ilustran bien lo que digo...