Ven? Ha llegado septiembre, al que hoy saludamos desde el periódico. Se cierra definitivamente agosto y, con él, el núcleo duro de lo típica y tópicamente veraniego. A mí este que ahora entra es un mes que siempre me ha gustado mucho para las vacaciones y el descanso, y sobre todo para viajar. Todo más tranquilo, temperaturas más agradables y con mucha mejor atención y precio. Porque agosto es, en muchas ocasiones y lugares, verdaderamente insoportable.

Quítenle ustedes, eso sí, algunos inconvenientes propios de la época que ahora entra. Quizá alguna tormentilla en la montaña, por ejemplo en los siempre mágicos Picos de Europa, al que acudí tantas veces a estas alturas del año. O atención al Mediterráneo y su gota fría, que en breve se convertirá en el caballo de Troya -por ejemplo- de los que dejen los coches aparcados en las rieras cuando no toca. Pero, salvo esos inconvenientes, buen mes este que entra, para el que les deseo, como de costumbre, lo mejor. Y ya saben que esto, en esta columna, es relativo. Aplíquenlo según su estricto, único, personal e intransferible criterio.

Y de criterios quería hablar con ustedes, precisamente. Porque el tema de hoy es de los que, según el que se aplique, puede convertirse verdaderamente en espinoso. La noticia que lo inspira está ya en todos los tabloides: la ministra Magdalena Valerio admite que se le "ha metido un gol por la escuadra" (sic), al haberse podido iniciar los trámites de constitución del primer sindicato de personas que ejercen la prostitución en nuestro país, que ahora el Gobierno ha paralizado. Pero, miren, a partir de aquí, se ha vuelto a abrir la caja de los truenos. Por un lado, los reglamentistas, a los que no les parece mal que esta realidad -que ha existido siempre, sigue existiendo y existirá- se regule, como forma de avanzar en los derechos de las personas -mayoritariamente mujeres- que a ello se dedican. Y, por otro, los abolicionistas, a los que no les parece conveniente aceptar que se dé por legal una tarea de tal naturaleza, ya que implica aceptar una transacción dineraria a cambio de uno mismo.

Parecería razonable, en primera instancia -pero no lo va a ser, ya verán- pensar que la progresía querría avanzar en derechos de las y los trabajadores del sexo, mientras que los más conservadores tendiesen a no aceptar la reglamentación de tal profesión. En absoluto. El debate es mucho más complejo y lleno de aristas, con muchos planteamientos y posturas mezclados. No en vano les puedo afirmar que, hace ya años, asistí en vivo y en directo a una gran trifulca conceptual, protagonizada por varias personas relevantes del PSOE, con ideas totalmente contrapuestas en este sentido. Unas abogaban, desde una postura pragmática, por la regularización y otras por no ceder ni un milímetro en ese sentido. Todas eran, por cierto, mujeres.

Yo soy de los que se mojan, ¿saben? Y así me va... Precisamente leí el otro día con cierta tristeza unas descalificaciones de terceros sobre mi reciente artículo sobre la gestación subrogada, en el que insisto en que a mí no me parece bien que se genere una industria sobre ello, profundamente asimétrica, asentada sobre la dominación del que tiene dinero. Alguno incluso me dice que "vuelva a mi cueva", cuando la realidad es que el grado de polarización de la sociedad en todos estos temas mantiene a muchas personas en sus cuevas, en la que no estamos de ninguna manera quienes queremos escuchar todos los argumentos y, a partir de ahí, expresamos nuestra legítima opinión, sin lastimar a nadie e intentando beber de todas las fuentes. En el caso de la gestación subrogada, no puedo entender que alguien tenga hijos de otros por dinero, del mismo modo que no se puede vender un riñón. Esas cosas se pueden hacer desde un concepto mucho más abierto de la sexualidad, la procreación y la familia, que yo tengo y ejerzo, pero nunca convirtiéndose en una moneda de cambio. Así, sí creo en un proyecto de paternidad / maternidad fuera de la pareja, ¿por qué no? Pero no por dinero, sino como proyecto personal de personas responsables y adultas. Obviamente, es mi opinión, limitadita y personal. Pero es la mía, que expreso en libertad y a la que acepto se enmiende con cariño.

En el tema de personas en situación de prostitución, y me destapo ya, me pasa lo mismo. Vaya por delante que les aseguro que yo no podría estar con alguien que recibe a veintidós clientes cada noche y que, seguramente, mientras dice "cariño" está pensando en la lista de la compra. O, peor aún, en su propia peripecia personal que le ha llevado ahí. Porque nadie, por chulo que nos parezca dedicarse profesionalmente a eso del sexo, está ahí porque le apetezca. A quien le apetece ya lo hará con quien tenga a bien planteárselo y quiera. Pero no con quien aparezca por la puerta. Quienes están en la prostitución son personas -prácticamente en su totalidad, mujeres- a las que no les ha quedado más posibilidad que esa, a cambio de dinero, lo cual supone dominación. Conozco el tema, y sé qué opinan verdaderos expertos en la materia, como organizaciones de referencia que trabajan en esta temática día a día.

Es por eso que yo, aún con muchas dudas y entendiendo lo que dicen unos y otros, estoy desde hace bastantes años en la postura del abolicionismo, expresada desde el movimiento feminista y creo que desde los verdaderos progresistas en materia social. No se trata de borrar a nadie del mapa, de encarcelarle o de privarle de sus derechos. Todo lo contrario. Pero poniendo el acento en la búsqueda de alternativas, y en la persecución -ay, si se hiciese realmente- de la industria a la que le sigue interesando el gigantesco pastel de la prostitución y los delitos asociados de trata y blanqueo. Ser progresista socialmente es para mí negar que una mujer pueda vender legalmente su cuerpo con el beneplácito del Estado, que una persona pueda vender un riñón o su sangre, o que otra mujer poner su organismo al servicio de la gestación de la criatura de terceros a cambio de una cantidad de dinero. Todo ello, desde mi punto de vista, y con ganas de debatir con cualquiera sobre ello -como ya he hecho en ocasiones en foros informales y formales- con sosiego y tranquilidad. Es por eso que coincido con la Ministra. Le han metido un gol por la escuadra, en un asunto ciertamente farragoso y donde conviene intentar tener una postura de Gobierno clara. Porque los intereses, se lo aseguro a ustedes, son muchos en este complejo tema.