Aun candidato a la presidencia se le apoya con el voto pero no hay por qué confiarle las llaves de tu casa ni el PIN de tu tarjeta de crédito. No sé por qué ni cuando se nos coló en el debate político eso del deber de ejemplaridad que con nosotros tienen los dirigentes políticos. No entiendo por qué han de servirnos de modelo de vida cívica ni sé muy bien cuáles han de ser los ámbitos en los que tienen la obligación de ser ejemplo. Claro que existe la línea roja que traza el Código Penal, pero más allá de eso nada impide que una buena ministra de investigación submarina se doctorara años ha con una tesis de poca monta, que un competente secretario de Estado de agricultura planetaria hubiera recibido un trato de favor en la convalidación de tres asignaturas en un máster de mil euros o que un presidente aprobara unos cursos de posgrado sobre física nuclear sin presentarse a examen. No entiendo que un engaño en la escuela o haber librado del servicio militar por enchufe o fingiendo discapacidad invalide a un dirigente político para merecer como tal una buena valoración años después de su antigua y reprochable conducta. No comparto la rotunda y simple conclusión de que si engañó a su profesor o aceptó un enchufe engañará a los ciudadanos, se dejará corromper o prevaricará en cuanto tenga ocasión. Por eso no comparto la exigencia de dimisión de los dirigentes hoy en la picota pública porque sus historiales académicos o profesionales se hayan engordado o adornado. Ni comparto que comparezca Sánchez a dar cuenta de su tesis en el Congreso, ¿con los doctores que juzgaron el trabajo y la directora del mismo para ser a su vez juzgados? y de un montón de expertos que dictaminen porque en el Congreso hay muchos elegidos que carecen de conocimientos y título para saber de que se habla.

Entiendo, obviamente, que se exijan responsabilidades, ya se está haciendo en los tribunales, al director del Departamento que impartía los dichosos másteres y que deberían hacerse extensivas a las autoridades de la URJC y al organismo encargado del control de las cuentas públicas de la Comunidad de Madrid. Y entiendo, sobre todo, la enorme decepción que muchos ciudadanos experimentan ante la realidad de un Congreso dedicado a estos menesteres inquisidores sobre asuntos de menor cuantía mientras elude sesiones de control sobre los asuntos más relevantes que deberían ocupar a los diputados. ¿Cómo continúa Robles de responsable de Defensa después de la que ha organizado con la venta de armas a los saudíes y sus consecuencias en Navantia? ¿Cómo sigue la ministra de Justicia después de lo de Llarena? ¿Cómo no se aclara de una vez y explica el Gobierno en el Congreso sus propósitos sobre política fiscal o su política sobre emigración? ¿Cuándo explicará en serio sus planes con la Generalitat de Cataluña en lugar de ir dando palos de ciego a diario? Urge un Congreso de más alto nivel.

Estoy convencido, no hace falta repetirlo, de que Sánchez no es un buen presidente y de que la moción de censura no tenía razón de ser por falta de fundamento y por los apoyos que recibió. Como lo estoy de que él mismo con su arrogancia, sus pretenciosas exhibiciones de honradez y sus altas exigencias al respecto con los ceses de Huerta y Montón se ha enredado en el lío en el que ahora se ve. Pero tengo la impresión de que por una tesis doctoral con entrecomillados o sin ellos, con 300 citas a pie de página o sin ellas, con ayudas o sin ellas, Sánchez no va a convocar elecciones. Por todo esto tengo también la impresión de que Rivera se ha equivocado.