Cualquier persona medianamente interesada en nuestra política intuyó, desde que triunfó la moción de censura, que Pedro Sánchez era un presidente de gobierno muy débil, porque a los que votaron a favor de la misma era fácil ponerlos de acuerdo para echar a Mariano Rajoy y al PP, pero muy difícil, por no decir que imposible, seguir satisfaciendo sus distintos y hasta contrapuestos intereses.

Lo que seguramente nadie podía imaginar es que Pedro Sánchez y parte de su gobierno sufrirían por actos imputables a ellos mismos un desgaste tan severo y profundo en tan poco espacio de tiempo.

En efecto, Pedro Sánchez cometió un fraude descarado en la obtención del título de doctor: se dedicó, con ayuda de terceros, a plagiar literalmente textos de otros, haciéndolos pasar como de creación propia, ocultando la verdadera autoría ya que no advirtió, con las imprescindible comillas, que pertenecían a terceros.

Pero no solo plagió la tesis, sino que, siendo un plagiador, tuvo el cinismo de hacerse pasar por don limpio, por el paladín de la honestidad política, y se dedicó a criticar severamente la paja en el ojo ajeno, cuando tenía en los suyos la inmensa viga de los corruptos de la peor especie: los que defraudan el fruto del intelecto ajeno.

¿Y qué decir de su gobierno? Pasada la fugaz expectación que despertó su nombramiento, en el poco tiempo que lleva gobernando ha ido de despropósito en despropósito. Hasta ahora, han dimitido dos ministros, hay una tercera ministra que está en la cuerda floja por mentirosa, bocazas y frecuentar amistades indeseables, y hay un cuarto ministro, al que si se le aplica la vara de medir la "honestidad política" que fijó el propio Sánchez, tendrá que dimitir o ser cesado en breve.

En cuanto a la propia acción de gobierno, han sido constantes las contradicciones entre el presidente y sus ministros, y entre ellos mismos. Así, la ministra bocazas afirmaba que el Estado español no iba a sufragar la defensa del magistrado Llarena porque sus declaraciones era privadas, y al poco tiempo salió el presidente del Gobierno diciendo y haciendo todo lo contrario. La ministra de Defensa, en un ataque irresponsable de "progresía", afirmó que España no iba a cumplir el contrato de venta de bombas inteligentes con Arabia Saudita, y el Gobierno, al ver que ponía en peligro un suculento contrato para fabricar buques en Navantia, cambió de principios y tragó con la venta de las bombas. Y así una cosa tras otra: se anunciaba que no se hacía una cosa, y al poco tiempo se rectificaba.

Todo lo que antecede no fue suficiente, sin embargo, para que Pedro Sánchez, el doctor No, admitiese la posibilidad de convocar nuevas elecciones. Con el mismo empecinamiento con el que mantuvo el "no es no" a la investidura de Mariano Rajoy, mantiene ahora su "no" a la convocatoria de elecciones anticipadas.

Solamente los independentistas catalanes han sido quienes han forzado al doctor No a hablar por primera vez, desde que es presidente del Gobierno, de la convocatoria anticipada de las elecciones generales. Durante su prolongada estancia en Nueva York Sánchez acaba de advertir a sus socios secesionistas de que "si priorizan el conflicto, iremos a elecciones".

Desconozco qué harán los secesionistas y si preferirán seguir teniendo de rehén al Gobierno de Sánchez antes que renunciar a la vía unilateral de la declaración de independencia de la República de Cataluña. Pero, por el bien de España, espero que Pedro Sánchez tenga que darnos cuanto antes la voz a los españoles para ver si estamos tan contentos con el incompetente doctor No,doctor No como parece indicar el Barómetro de intención de voto del chef Tezanoschef .