"De una indiscreción a una confidencia la distancia es mínima, cerrar el paso al provocador es nuestro deber".

Algún ejemplar de Solidaridad obrera.

La cita introductoria está extraída o plagiada, como gusten, del siguiente párrafo:

"De política yo no quería saber nada, aunque en alguna ocasión le eché una mano con los recados, porque le veía enfermo, y porque era mi compañero en el trabajo. Entre rollo y rollo me daba a leer Solidaridad Obrera (?) y aún recuerdo un aviso que aparecía siempre en el diario: 'De una indiscreción a una confidencia la distancia es mínima, cerrar el paso al provocador es nuestro deber'. La verdad es que todo eso me importaba un pimiento, pero ya le digo, yo siempre supe respetar a la gente mayor. Sobre todo al señor Augé, que me enseñó el oficio. Fui su aprendiz".

Marsé, Juan Esa puta tan distinguida (Madrid 2016. Lumen: pág. 169)

Espero que las comillas estén en su sitio y los datos de la copia no contengan errores; en el párrafo transcrito el narrador cuenta las vivencias y conversaciones entre el viejo anarquista, operador de cabina del cine del barrio, con su aprendiz.

Naturalmente no se trata de contarles toda la historia; sino de que la lean los que no lo hayan hecho; merece la pena sumergirse en una mezcla de ficción, realidad, guión cinematográfico, magistral como todo lo que toca Marsé.

Buscando esta cita me vino al magín, porque la frase que encabeza me impactó en su momento y estos días vuelve al candelero, la distancia entre la indiscreción y la confidencia. Bastante de actualidad están ambas; el viejo anarquista le recordaba a su pupilo la importancia de no irse de la lengua para evitar problemas con la autoridad e impedir que los compañeros se viesen comprometidos por culpa de informaciones soltadas sin ton ni son, al tiempo que le hacía saber que con las confidencias había que ser muy prudente, había que saber a quién se le hacían, que las cargaba el diablo.

Y hablando de diablos, circulan por el foro y las tecnologías al uso, personajes que cada vez dan más miedo y cada vez echamos de menos un mínimo de ética informativa. Aquello del off the record, ya nadie sabe lo que ha sido de él ni de su importancia, hace años que prima el superagente 86 y su zapatófono.

Ahora bien, no olvidemos los extraños compañeros de cama o de tertulia, que también nos los buscamos, in vino veritas, como para después arrepentirnos; a veces parece que esta moralina católica a la que estamos acostumbrados se está viendo invadida por la ética calvinista que, no olvidemos, tenía unas hogueras tan grandes como las de la propia Inquisición, o más. En fin, lo de siempre, el que mucho calla poco yerra, sobre todo con artefactos explosivos, electrónicos y sofisticados. Dicho sea todo con ánimo de prevenir a todos los aspirantes a ministros que se encuentren con el sufijo despectivo "-ejo", un suponer.