Hay que prestar atención cuando lo que se dice es de verdadero alcance y quien lo dice es la figura más sobresaliente del PSOE desde su renovación en 1974. En Villafranca de los Barros y ante los suyos, Felipe González sin apoyos académicos ni agudezas jurídicas, sin citas de autoridad ni tremendismos, con la experiencia de gobierno que acumula y el liderazgo que conserva entero más allá del PSOE, trató ayer la reforma de la CE. Hay que reformarla sin miedo y mirando al futuro, dijo González, dejando dos consideraciones de máxima importancia que, a su juicio, deben inspirar esa reforma. Primera, que la descentralización es "una distribución del poder para mejor servicio a los ciudadanos y que no es la centrifugación del poder, no es la construcción de reinos de Taifas, separados y enfrentados". Segunda, "Para garantizar la cohesión territorial son necesarias dos condiciones políticas", una, que el poder central tenga una reserva de competencias que no es cuantitativa sino cualitativa y dos, hay que "garantizar la lealtad frente al separatismo y la desagregación", se puede llamar 155, 153 o 154 o como quieran" de tal forma que "quien se salta la lealtad institucional y vulnera la legalidad, se le llama a capítulo, se le frena, se le quita poder o se le suspende". Se puede decir más alto pero no más claro.

Mientras su partido lleva años mareando la perdiz, Declaración de Granada sobre la reforma federal en julio de 2013, convocando a sabios académicos que redactan propuestas sobre competencias, financiación, identidades y transversalidad, llega González y con la sencillez y claridad de quien está sobrado de experiencia política y conocimiento del Estado, da en el clavo en cuatro líneas. Da en el clavo coincidiendo con lo que piensan, aunque no lo expresen de ese modo valiente, rotundo y grave, millones de españoles de izquierdas, de centro y de derechas, ciudadanos de a pié y pasajeros de alta gama, gentes sencillas y gentes ilustradas. Con aquellas consideraciones de González que establecen los principios inspiradores de la reforma, que es a la postre lo que importa, coinciden Rajoy, Aznar, Casado, Rivera y, por supuesto, todos los dirigentes socialistas que gobernaron autonomías, ayuntamientos y el Estado entero, todo el que apuesta por la integridad territorial y la igualdad de derechos, por la preservación de una realidad compartida y un proyecto común.

El alcance y la urgencia de la reforma constitucional que ha sintetizado González sin enredos ni eufemismos, los resume en ABC Albiol, el dirigente del PP en Cataluña hasta ayer, con una frase dramática y profética: Si el Estado no reacciona Cataluña será independiente en quince años, ha dicho sin conocer todavía la importante declaración de González. Albiol, conocedor de primera mano de la situación en Cataluña, acierta y lo confirman las perturbadoras imágenes de hace unos días en Cataluña. Son manifestantes jóvenes de 18 o veinte años, universitarios, futuras élites catalanas, atrapados por el nacionalismo y la aspiración independentista, que reproducirán los mantras antiEspaña y los inculcarán a sus hijos como a ellos se los inculcan sus padres, el sistema educativo, los medios de allá y los dirigentes que ocupan la Generalitat desde 1979. Y así hasta superar con creces el 50%. El asunto es serio y hay que decirlo sin estridencias pero con firmeza, hay que reformar la CE. Solo hace falta que en el PSOE lo entiendan así y que comiencen a tratarlo con Casado y Rivera, sin dobleces, con lealtad y sin miedo, como dice González.