Qué cosa más lamentable! Cualquiera pega un traspié al toparse con el borde de una alfombra cuya grosura no había calibrado bien. Y eso es, metafóricamente, lo que pienso que le ha ocurrido al alcalde de esta ciudad con el incidente de la eliminación de la alfombra floral preparada para honrar a nuestra patrona, a la Virgen del Rosario en el día de su fiesta. Hay que estar muy despistado para no advertir la razón de ese adorno, ese día y en ese sitio, o ser muy despiadado -descreído, rencoroso, resentido- para privar a la Virgen de tal ofrenda y herir así a todos los coruñeses que la tenemos por Madre. Echen la culpa a quien la tenga, pero al no saberse con seguridad siempre se apunta al que hace cabeza, que aquí es el alcalde a quien le cae el marrón, sin quizás buscarlo él, pero con unas dejaciones que le van a atormentar en su vida -ahora y en las próximas elecciones- como no ordenar inmediatamente una reparación para subsanar el desastre, por banalizar el sentimiento religioso, por no dar la cara desde el principio, por no atar más en corto a unos concejales que le hacen una y otra, etc. Eso sí que es caerse con todo el equipo.