Las dos últimas jugadas de Iglesias vuelven a acreditarlo como un político más astuto, más largo y más audaz que Sánchez y muestran a un Sánchez atado de pies y manos desde la moción de censura por el de Podemos. Primero fue la firma en Moncloa con el presidente, con luz, taquígrafos y a lo grande, de un borrador de presupuestos en un documento con dos logos a mismo tamaño y lugar, el del Gobierno de España y el de Unidos Podemos. ¡Ahí es nada! Y después la visita a la cárcel a negociar con Junqueras el voto de ERC a los presupuestos generales. ¡Menuda jugada! Iglesias gana protagonismo ante los suyos a costa del PSOE con las dos operaciones en una semana, porque actúa como vicepresidente sin serlo y encima sin asumir responsabilidad alguna si las cosas salen mal porque esa recae sobre el gobierno, diga Sánchez lo que diga.

Iglesias en la primera actuación es la sorpresa con la que nadie contaba, se cuela y atrae la atención, es la noticia. La lectura es que Iglesias entra y sale de Moncloa cuando quiere. Puede que esté bajando en los sondeos, pero que gana presencia relevante y determinante es evidente porque sin Iglesias no hay presupuestos. Ni hay gobierno. Por si había alguna duda de su peso, ahí queda la imagen de la firma y el logo de su partido en el documento principal. Es verdad que leída la carta que ha enviado Bruselas la propuesta presupuestaria parece cosa de chiquillos pícaros porque en su segundo párrafo dice que eso es un borrador, que faltan datos y que España debe enviar el texto detallado del proyecto de presupuesto que envíe a las Cortes. En otras palabras, que se trata de un borrador incompleto y que así no hay manera. Y ahora deprisa y corriendo a aprobar tres anteproyectos sobre fraude fiscal, tasa Tobin y subida de impuestos para calmar a Bruselas. Los dos pícaros presentaron un borrador pretencioso presto a entrar en vigor para hacernos la vida más fácil, pero han quedado en evidencia. En realidad, quien de verdad queda así es Sánchez y el gobierno de España, no Iglesias a quien en Europa conocen de oídas, por sus ocurrencias, su gestualidad y su imagen.

Y en la segunda operación más de lo mismo pero con consecuencias, si cabe, peores para Sánchez porque el asunto interpela más la sensibilidad política de la opinión pública. Por más que Sánchez desde Bruselas se desmarcara de la visita de Iglesias a Junqueras, en nombre del gobierno habla sólo el gobierno, dijo, la opinión generalizada es que Iglesias fue como segundo del presidente porque, obviamente, nadie del gobierno podía hacer tan delicada gestión. Iglesias sale de la visita y astutamente deja la envenenada pelota en el tejado del gobierno. Ahora es el gobierno el que tiene que mover ficha, ha dicho Iglesias al término de la visita. Si ERC apoya los presupuestos en el Congreso, el tanto se lo apunta Iglesias y si Junqueras no apoya será porque el gobierno no ha movido ficha, de modo que Sánchez está en un aprieto no menor que habrá de sumarse a los que se le vendrán encima si accede a lo que exige Junqueras, que apriete al Tribunal Supremo como sea para que alivie la situación de los presos si quiere el voto de ERC a las cuentas del Estado. Los amigos de El País han salido de inmediato a la palestra en defensa de Sánchez, reclamando al TS en un impagable editorial que revise la prisión preventiva de los independentistas, pero tal y como está el patio en Las Salesas tras el sobresalto a cuenta de la rectificación de la sentencia de las hipotecas de anteayer, lo de la revisión está muy crudo. Es lo que ocurre cuando se nace de una moción de censura con los votos de tantas amistades peligrosas.