Allá por el año 230 a.C fallecía en Alejandría el astrónomo, matemático y filósofo griego Aristarco de Samos. Si ustedes no han oído hablar de él, les diré que fue la primera persona que propuso el modelo heliocéntrico para el Sistema Solar, de forma que fuese el Sol, y no La Tierra, el centro del mismo. Esta idea, obvia hoy, no fue aceptada en aquel momento, y hubo que esperar nada más y nada menos que al gran Copérnico, diecisiete siglos más tarde, para recuperar la misma y ser posteriormente ampliada por científicos de la talla de Kepler y Galileo...

¿Y por qué les cuento esto en pleno siglo XXI, a punto de terminar un mes de octubre que por fin nos ha traído algo de lluvia, y con acontecimientos a escala nacional y planetaria un tanto convulsos? Pues, precisamente, porque creo que es importante darse cuenta de que no siempre lo comúnmente aceptado, lo más aclamado o lo que se cree sin mayores elementos de confirmación y verificación es lo finalmente verdadero, por muy legítima que sea la suma de las opiniones individuales desde el punto de vista de la praxis democrática. Y así como los coetáneos de Aristarco de Samos tuvieron a bien tumbar una teoría visionaria y revolucionaria, basándose en buena parte en condicionamientos culturales, filosóficos y religiosos, y sin atender a la certera réplica del sabio, hoy esto sigue ocurriendo.

Miren, así como podemos afirmar con rotundidad que La Tierra gira alrededor del Sol y sobre sí misma, y eso es ya indiscutible, en los campo social y humanista también existen unas pocas verdades absolutas que, para mí, no aceptan revisión. Y la más importante es, para mí, la relativa a los derechos humanos en su sentido más amplio, y sin relativismos. Las personas son merecedoras de la máxima consideración, sean quienes sean, y la falta a la misma es -"per se"- un menoscabo de dicha condición. No hace falta decir que tales derechos incluyen, como elemento basal, el más elemental derecho a la vida. Para mí esto, no siempre evidente para todos, es tan nítido como el hecho científico de que sí, La Tierra gira alrededor del Sol y no al revés. Digan lo que digan.

Pero hete aquí que, en el fragor de las mil batallas por el poder que se suceden en cada minuto sobre la faz de nuestro planeta, hay quien saca rédito de negar el pan, el descanso, el aire, la honra o el agua a su particular "cabeza de turco". Y esto, para mí, es verdaderamente terrible. Creo que la democracia -pese a sus estrechos límites- es el mejor de los sistemas posibles. Pero también profeso que, si para medrar en un esquema de tales características, se conculcan dichos derechos humanos, tendría que haber algún mecanismo para preservar a la sociedad de las consecuencias de dichas prácticas.

Bolsonaro, hoy ya Presidente de Brasil, es un claro ejemplo de ello. Y la hemeroteca, a la que hoy es fácil recurrir, lo demuestra sin ambages. La agencia PDA ha analizado muchas de sus perlas en treinta años de via públlica, que presento en el siguiente párrafo. Resumiendo, se trata de mensajes de claro corte xenófobo, machista, racista y homófobo. Dicho de otra forma, atentados directos contra las personas y sus derechos. ¿O no? En 1999, en una entrevista en televisión, dijo "Estoy a favor de la tortura. Y el pueblo está a favor también". En 2002, en una entrevista afirmó "No voy a combatir ni discriminar, pero si veo a dos hombres besándose en la calle los voy a golpear". En 2003 le espetó a una diputada en la Cámara Baja brasileña "Jamás te violaría, porque no te lo mereces". En 2011, en otra entrevista, sentenció "Sería incapaz de amar un hijo homosexual. No voy a ser hipócrita aquí. Prefiero que un hijo mío muera en un accidente a que aparezca con un bigotudo por ahí". En ese mismo año le preguntaron sobre cuál sería su reacción si alguno de sus hijos se enamorase de una mujer negra, afirmando "No corro ese riesgo porque mis hijos fueron muy bien educados". En 2014, en un periódico decía que "Es una desgracia ser patrón en este país, con tantos derechos para los trabajadores". En 2016 afirmaba, contundente, en otra entrevista en televisión: "No emplearía hombres y mujeres con el mismo salario. Pero hay muchas mujeres competentes". Ya en 2017 se permitía pontificar sobre Dios en una conferencia diciendo "Dios encima de todo. No quiero esa historia de Estado laico. El estado es cristiano y la minoría que esté en contra, que se mude. Las minorías deben inclinarse ante las mayorías". Fue el mismo año en el que, tras visitar un poblado donde viven personas de ascendencia africana, comparándolas con vacas, dijo "El afrodescendiente más flaco allá pesaba siete arrobas. No hacen nada. Creo que ni para procrear sirven". Y, en 2018, en esta campaña electoral, refiriéndose los militantes del Partido de los Trabajadores, sus palabras eran "Vamos a fusilar a la 'petralhada' aquí en Acre".

Esta es la hemeroteca y este es Bolsonaro. Lo conculca todo, y aún así pudo seguir en la carrera a la Presidencia, ganándola. Y, aún peor, aún así le han votado. ¿Por qué? ¿Para quién? ¿Con qué valores? ¿Con qué fin? Ciertamente, este tipo no puede ser Presidente y representante de todo un país. Y, ¿saben por qué? Porque desde el minuto uno de su elección, su país está roto de forma irreversible. Porque mujeres, gays, negros (que allí hay muchos), no cristianos y muchos otros se han quedado, de repente, sin un Presidente que cuente con ellos...

¡¡¡Qué desastre!!! Y saben por qué... Porque ya sabemos que La Tierra gira en torno al Sol, independientemente que un populista excluyente y equivocado enardezca a las masas diciendo lo contrario...