Octubre fue un calvario para Angela Merkel, su partido CDU y su asociado CSU, que perdieron nada menos que diez puntos de su cuota electoral en las elecciones de los importantes estados de Baviera y Hesse. Se confirmó así el declive de la democracia cristiana (y de los socialistas), que ya sufrieron una sangría en las elecciones federales del 2017. Y encima, la AfD (extrema derecha), que ya fue el tercer partido en las elecciones federales, ha entrado en los dos parlamentos regionales.

El declive de la CDU se debe en parte a que la decisión de Merkel de acoger un millón de inmigrantes en el 2015-2016 provocó un divorcio de parte de los votantes conservadores con la hasta entonces lideresa indiscutible del centro-derecha. Además, en la CDU-CSU también había críticas a lo que calificaban de exceso de europeísmo por su apoyo a Draghi en la compra por el BCE de deuda publica de los países del sur. ¿Estaba Merkel tentada por el centro-izquierda?

Los resultados de Baviera y Hesse le han aconsejado renunciar a la presidencia de la CDU en el próximo congreso de diciembre, pero al mismo tiempo a decidir seguir al frente del Gobierno hasta el término de la legislatura en el 2021. De entrada, es limitar al menos una parte de su poder.

La decisión tiene tres grandes consecuencias. La primera es que Merkel puede dejar de ser cancillera pronto si el SPD -muy castigado también en Baviera y Hesse- decide romper la gran coalición. Entonces habría elecciones inmediatas y Merkel no sería ya candidata. La segunda es que si el nuevo presidente de la CDU no tiene sintonía con la canciller -dos de los tres candidatos declarados son más conservadores y menos europeístas- la convivencia puede ser difícil.

La tercera es que -al menos en Europa- Merkel es ya un pato cojo y que el indiscutible liderazgo (no sólo por su peso económico) de Alemania en la UE va a ser, por una parte, menos indiscutible y, por la otra, menos comprometido. Para la UE la pérdida de fuerza de Merkel es una pésima noticia porque la centrista y pragmática cancillera había ido asumiendo un papel similar a la de la inexistente presidencia europea. Ni ya ahora Merkel, ni el próximo canciller alemán si Merkel acaba dejando el cargo, ni ningún otro jefe de gobierno o responsable de Bruselas podrá sustituirla. Al menos a corto plazo.

Y la elección del nuevo presidente del Consejo Europeo y de la Comisión tras las elecciones europeas de mayo puede ser más complicada. Con Trump y Bannon haciendo de las suyas.