Se les saluda. Espero que estén fenomenal, aparte de pasados por agua. Bueno, el ser una tierra verde tiene esta cara b, que hay que saber llevar cuando toca. Pero insistiré, como siempre, que el disponer del líquido elemento sin mayores contratiempos es, ante todo, una gran riqueza.

Y es que el agua es fundamental para la vida. Ya les he hablado en otras ocasiones -aunque son experiencias antiguas ya para mí- de las oportunidades que he tenido de conocer a personas de comunidades en las que el agua segura no estaba garantizada. Y, de verdad, el conjunto de problemas derivados de ello es realmente enorme. Desde enfermedades aquí ni imaginables hasta el sobrevivir diariamente con cantidades de tal oro líquido que aquí nos parecerían, sencillamente, imposibles. Piensen que nosotros, con una sola ducha individual estándar, gastamos más agua aquí que la que tiene a su disposición, en tales latitudes, un numeroso grupo de personas para varios días.

Afortunadamente, la necesidad crea el hábito. Y, en tal contexto, pude conocer notables experiencias de solidaridad entre personas altamente vulnerables. Desde "Bancos de agua", creados para gestionar de la mejor forma posible para toda una comunidad los escasos recursos hídricos disponibles, hasta proyectos colectivos de excavación de nuevos pozos, gestión de una verdaderamente magra y precaria red de abastecimiento o de saneamiento, aljibes gigantescos, que permiten acopiar buena parte del agua caída durante la exigua estación de lluvias, o iniciativas solidarias entre quienes tienen realmente muy poco y quien, en un momento dado, aún menos. Sí, no se extrañen, generalmente la solidaridad y la generosidad provienen de donde más falta hacen los recursos. Bellamente paradójico...

En realidad me he lanzado a hablar del agua, un tema siempre apasionante y en el que tuve la suerte de conocer a personas verdaderamente expertas en la cuestión, en África, en Europa y en América, cuando yo quería hablarles de otra cosa. Bueno, tampoco tan distinta, porque mi columna de hoy, titulada "Tocar el pan" quiere llamar la atención sobre la mala praxis en materia alimentaria. Y el agua, tan necesaria ella, puede ser también un foco de problemas cuando no es segura, tanto en el sentido de verdaderamente potable, como en el de suficiente.

No sólo el agua puede convertirse en un foco de problemas. Conocí a comunidades diezmadas por beber agua en mal estado, sí, o por no estar esta disponible. Pero también pasa lo mismo con otro tipo de categorías alimentarias. Y, en cualquier caso, hay que tener mucho cuidado con lo que uno utiliza para satisfacer su sed y su hambre, líquido o sólido. Hace pocos días les contaba que me dolía el estómago, ¿recuerdan? Pues bien, parece ser que hubo, en algún momento, una contaminación alimentaria, bien por algo que comí -quizá una hortaliza- o que bebí -en mi caso, agua-. Desde entonces estoy intentando tener cuidado con lo que como, y les aseguro que no es fácil, incluso en nuestro sobreprotegido Occidente.

El otro día explicaba a una atenta dependienta de mi panadería favorita que no se puede tocar el pan y, a la vez, cobrar en efectivo y manosear el teléfono móvil. Le hacía partícipe de mi extrañeza porque no dispusiesen de utensilios para minimizar el riesgo de contaminación de tan excepcional producto, de verdad riquísimo y buenísimo. Y ella, dándome la razón, me decía que podía hacer conmigo la excepción, pero que ni allí ni en ninguna otra panadería de la villa en cuestión se hacían las cosas con tal nivel de seguridad. Algo que, ante tal aseveración, comprobé en persona. Un pan buenísimo, pero quizá lleno de patógenos. ¿Por qué? Porque alguien lo manipula con la misma mano con la que toca el dinero o un teléfono móvil que, dicen los expertos, es de los artículos más contaminados de nuestro día a día... Ya ven.

Con tal experiencia uno llega a colegir que, en materia de seguridad alimentaria -en el sentido de alimentos saludables y libres de contaminación- no sólo se trata de disponer de los recursos, sino también de un cierto grado de cultura de calidad en lo que uno desarrolla. En cualquier curso básico de manipuladores de alimentos se insiste en esta línea, y así como en un obrador o en una cocina uno trabaja con las manos desnudas, pero lavadas, es del todo desaconsejable tocar lo que vamos a comer nosotros o terceros, sin mayor protección, a la vez que tocamos el dinero o adminículos que, como el referido teléfono, nos acompañan hasta al cuarto de baño...

Cuídenseme... En lo tocante al agua, aquí ya vamos -salvo algún desastre puntual- convenientemente protegidos. Pero, como ven, en las conductas individuales y grupales también está el germen de la buena praxis para evitar sobresaltos... Nos va la salud en ello.

Y, emulando a Tip y Coll... el próximo día hablaremos de la Banca... Y del Supremo... Con calma, y sin apresurarnos. Ya saben.