Hemos leído los suficientes comentarios sobre el embrollo de las hipotecas como para opinar cada quien en un sentido u otro, o para reconocer que no sabemos a qué carta quedarnos como es mi caso. A partir de ahí sólo dos cosas, lamentar lo sucedido porque ha dañado seriamente la autoridad del Tribunal Supremo y pedir lo imposible: calma y prudencia a los partidos, a los afectados, a los medios y a los propios jueces.

Lamentar lo sucedido es obligado en quienes queremos a y creemos en las instituciones porque son los pilares del edificio constitucional y democrático, porque unas instituciones solventes son indispensables para una convivencia civilizada. En nada ayudan, sino todo lo contrario, las descalificaciones del TS y del Poder Judicial que carecen de rigor y son injustas. La Sección segunda de la Sala de lo Contencioso del TS es la Sección especializada en asuntos tributarios que dictó la primera sentencia, paga el banco prestamista, que es firme y así queda. El Presidente de la Sala decidió que el asunto pasase al Pleno de la Sala que ha revisado, hacia el futuro, la opinión de la Sección recuperando la doctrina anterior, paga el prestatario. La polémica decisión del Presidente de la Sala, Díez Picazo, ha sido recurrida y la Sala del TS prevista en el artículo 61 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, compuesta del Presidente del TS, los Presidentes de las Salas y el magistrado más antiguo y el más joven de cada Sala, ha resuelto que Díez Picazo no prevaricó al decidir que el asunto pasaba de la Sección segunda, especializada, al Pleno de la Sala de lo Contencioso. No creo, por eso, acertado sostener que se ha vulnerado el derecho fundamental al juez predeterminado por la Ley, art. 24 Constitución, en este caso la Sección segunda especializada en asuntos tributarios, porque la sentencia es firme y el Pleno no ha cambiado el fallo, de tal modo que en asuntos futuros seguirá siendo encargada de resolverlos la misma Sección segunda, la especializada, pero, eso sí, teniendo que atenerse a la doctrina preexistente que acaba de recuperar el Pleno. Me parece importante señalar, y no suele hacerse, que el resultado de la controversia en el Pleno de la Sala ha sido muy equilibrado, 15 a 13, y que participaron argumentando sólidamente nada menos que 28 magistrados. No es una discusión a gritos e insultos en la tele entre gentes que pasan del fútbol a la cibernética, el derecho, la medicina o la economía mientras consultan en la tableta las últimas noticias, falsas muchas de ellas. Por lo tanto, nada de arrojar basura sobre el TS que ha resuelto, tras debates no exentos de tensiones, un asunto enrevesado con una decisión que, como casi siempre, contenta a unos y desagrada a otros.

Pedir prudencia a partidos, asociaciones, medios y jueces es pedir un imposible, pero hay que insistir, máxime ahora. Que Iglesias arremeta contra las instituciones, Corona, Poder Judicial, TC, Agencia Tributaria, FAS o Cuerpos del Seguridad del Estado, es habitual porque se lo imponen su ego desbordante y su irresponsabilidad superlativa. Lo hace ahora desde el chalet de La Navata como antes desde el barrio entrañable donde le saludaba el panadero, y sufría y no se olvidaba del barrio del que viene y miraba a los ojos a la gente. La diferencia está en el cinismo, ¡cómo se ríe el mono! Es lógico que el independentismo aproveche los tropiezos del TS para desprestigiar a quienes van a juzgar a los dirigentes de la secesión. Y es normal que el simple de Garzón, IU, se sume al carro, y Colau y Pisarello y Bildu. Pero que Sánchez les haga pasillo y se sume al griterío, es inaceptable por peligroso. Como lo de Navarra.