En la semana última, la maquinaria futbolística entró en éxtasis e irrumpió en los hábitos ciudadanos, cuya pasión encuentra en el fútbol una simbiosis de amor y terapia colectiva. La guinda la puso la final de la Copa Libertadores en Buenos Aires, entre Boca y River, acontecimiento de carácter mundial que alienta, en la capital argentina, la incertidumbre exaltada de las llamas "barras bravas" ("el abuelo, "la banda de sangre", "la de los borrachos del tablón", etc). Buenos Aires, ciudad de muchas ciudades y de zaguanes invisibles, reparte sus hinchadas de Norte a Sur; las norteñas, de la Recoleta, El Pilar y Belgrano, las del Sur, Boca, Barracas, Pompeya. A su vez, España perdió con Croacia (2-3), a cuyo elenco nacional le llaman La Roja para preservar cualquier devoción patriótica. Villar y Del Bosque la habían convertido en un equipo de burócratas, de funcionarios fijos, inamovibles, cuyo "colegueo" se dispone a eliminar el actual seleccionador. En los palcos del Bernabéu y Camp Nou, se respira política y negocios. Santos Rosell, en su etapa presidencial, invitó por carta al Papa Francisco al palco del estadio barcelonés "aquí hay muchos argentinos, Messi, Mascherano?", le argumentó. No había llegado todavía el munícipe Pizzrelo, notorio protagonista político. En el Camp Nou, cada vez que le marcaban un gol al Madrid, Josep Carreras e "arrancaba" con un "aria". Las técnicas modernas, aplicadas en los medios informativos, cambiaron el estilo y el formato de la crónica deportiva y pusieron final al diseño descriptivo que las distinguía. Antes, los periódicos se engrandecían con los comentarios de Albert Camus o de Fernández Flórez, que constituían auténticos conatos. Hoy la información radiofónica no alcanza la riqueza literaria, ni la formalidad intelectual de aquellos ejemplos. La locución deportiva no puede reducirse a límites toscos y vulgares, cuando la herramienta (el idioma), en cada letra, en cada combinación, se corresponde con un sonido. En la rutina del fútbol, el balón ha hechos destrozos en los despachos, donde agentes y dirigentes manejan cifras astronómicas, que bailan al son que conviene a los comisionistas o para salvar el balance.

Otrosí digo

Nuestro Deportivo se ha nutrido de jugadores y entrenadores del otro lado del Atlántico. Todos recordamos a la "Orquesta Canaro" y al fútbol-samba de los "cariocas", cuyo carácter brasileño, optimista, bien humorado, adornaba sus filigranas. Por algo Rio es un parque de diversiones; soporta el infortunio, porque cuenta con los brazos del Redentor, en el Concovado, que abre sus brazos cuando los hombres tropiezan.