La boda de la heredera de Amancio Ortega, celebrada en La Coruña, tuvo trascendencia internacional, tanto por la nombradía de los invitados como por desarrollarse en un escenario propicio, adornado por la abovedada hospitalidad coruñesa y su reconocido cosmopolitismo. El programa cumplió con esmero el protocolo establecido, funcionalmente encajado en el marco de la Ciudad Vieja y la bahía, símbolos de la vida local. La Ciudad Vieja, con ejemplos únicos del románico gallego del siglo XIII y, en sus rúas, huellas legendarias de las instituciones que dieron modernidad a La Coruña. En la bahía se refleja el Atlántico, que domina todos los pulsos de la vida herculina. Y la luz de la Marina, esa luz coruñesa que no se va. En las cédulas de los invitados se consignaban, para su disfrute, los más caracterizados templos gastronómicos de la urbe, que les ha permitido paladear mariscos y otros frutos del mar, sin exotismos folclóricos, a cuerpo limpio. La buena cocina enxebre rezuma, en las calles coruñesas, el optimismo y el amor a la vida en sus dulces bienes en los que prima la faceta burguesa, hasta eclesial, del inmortal Picadillo. Llamó la atención de los heterogéneos invitados al enlace matrimonial -según confesión propia- la convivencia armoniosa entre la historia y los principios renovadores que apreciaron al abandonarse por las calles coruñesas y recibir inigualables roces de vida. El concertante final, hasta el alba, en Casas Novas, convertida en un espectacular jardín, dejó como postre del día siguiente el recorrido por la plaza de Lugo, donde se exhiben, en distintas facetas, todos los productos de Inditex. Allí se confirma la definición de Giorgio Armani: "¿Me preguntáis qué es la moda?: Un escaparate de Zara".

Otrosí digo

Estos días, en el ambiente local, late un sentido de gratitud hacia Amancio Ortega por haber elegido La Coruña para la boda de su hija, que permitió a nuestra ciudad elevarse una vez más en el mapa mundial del cosmopolitismo. Amancio, siempre respondiente al cariño de los coruñeses, a los intereses sociales y ajeno a cualquier participación folclórica política, salió de su retraimiento para hacer los honores de sus calificados invitados. Amancio -en la sustantivación está su grandeza- coincide en su morfología con el dicho popular que resalta el tamaño de las personas, como expresiones de "gran hombre". Amancio lo es, grande de cuerpo y de espíritu, alejado de los tópicos y modos efímeros. Es arquetipo de empresario, desde los más humildes orígenes, tras muchos años de esfuerzo, de resistencia y de adaptaciones insospechadas. La Coruña ha vuelto a responderle como se merece un hombre orgulloso de su origen, de su ciudad, de Galicia; es un español con patria en el ancho mundo.